martes, 20 de julio de 2021

"El difícil caso del mayordomo muerto, y II", por Manuel Mata

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Entrada relacionada:  " El difícil caso del mayordomo muerto I "

Para este mes de julio, Manuel Mata nos ofrece un relato policíaco en dos entregas. (la segunda será publicada en muy breve plazo de tiempo).



La teniente Saavedra debe resolver la muerte de un mayordomo en la casa donde presta sus servicios; los hechos ocurren en la Barcelona de principios de los ochenta del siglo pasado.

El difícil caso del mayordomo muerto (II)

La rusa.

Svetlana Lashiskaya fue jugadora profesional de tenis desde los 17 a los 31 años. En ese tiempo llegó a ocupar el puesto 32 de la WTA, siendo su mayor logro llegar a las semifinales de Cincinnati. Más tarde, ya en el ocaso de su carrera, fue imagen publicitaria para las raquetas Slazenger y el modelo Countach del vehículo de lujo Lamborghini.

Rubia de pelo lánguido, ojos azules, 1´85 de estatura y una estructura ósea simétrica que, en su conjunto, ofrecía, a la vista de todos, un cuerpo escultural.


 

Supo aprovechar bien los tiempos muertos del circuito tenístico  estudiando ingeniería química en la Universidad Técnica Estatal Bauman de Moscú, especialidad petroquímica, para, una vez retirada del deporte y valiéndose de sus contactos en el entorno de Mijail Gorbachov, entrar a formar parte del staff ejecutivo de Rosneft, la empresa de petróleos propiedad del gobierno soviético. No le faltaba ambición ni le sobraban escrúpulos.

Como responsable de relaciones institucionales, Svetlana disponía de un despacho de trescientos metros cuadrados en la plaza Manézhnaia de la capital moscovita, participaba activamente en la toma de decisiones, viajaba a menudo por todo el mundo y hablaba correctamente inglés, francés y español.
 Seguía al pie de la letra el viejo teorema: “las diez primeras palabras y los diez primeros segundos son determinantes para ganarte a un extraño”, que ella ponía en práctica a las mil maravillas en una sutil estrategia envolvente con el añadido de un generoso escote que mostraba unos senos pequeños, turgentes y proporcionados.

Para el desempeño de su actividad comercial en Europa disponía de un amplio dúplex en Vía Layetana de la Ciudad Condal. En la planta baja, adaptada como centro de trabajo, recibía delegaciones de otras compañías, políticos, clientes, y convocaba reuniones relacionadas con el negocio. La estancia superior la dedicaba a zona privada donde pernoctaba y donde mantenía sus encuentros amorosos clandestinos con Evaristo.

Svetlana, lo que quería, lo que realmente le obsesionaba, era huir del frío de Moscú, liberarse del férreo control del presidente de la empresa (miembro del Sóviet Supremo), solicitar la nacionalidad española, y vivir. Le encantaba  Barcelona, las playas de Laredo, el jamón ibérico, los vinos de las Rías Baixas, la feria de día de Málaga, el salmorejo cordobés y el desparpajo de los españoles. Por eso, después de cada cita sexual, mientras Evaristo se duchaba precipitadamente, ella insistía una y otra vez en acortar los plazos.


 

Cientos de veces, en los momentos de máximo ardor, él le prometía que, tras el inminente divorcio, se casaría con ella. Pero, de un lado, la pérdida segura de la mitad de su patrimonio y, de otro, el descrédito que para su carrera profesional y buen nombre representaría abandonar a su esposa -una mujer culta, religiosa y fiel cumplidora de sus obligaciones- para unirse a una chica veinte años menor… ¡y comunista! le hacía buscar excusas y retrasar el compromiso adquirido entre sábanas de satén.

Fue a ella a quien se le ocurrió la idea.

De Robert y su coartada.

Mientras tanto, a Robert se le retiró el pasaporte, se le prohibió salir de España y se le conminó a acudir cada dos días a la Comandancia a fin de sopesar su implicación, o no, en el homicidio. A la tercera ronda de interrogatorios se vino abajo y confesó.

Confesó que ese fin de semana lo pasó en un apartamento de Sitges con un señor. El problema -dijo- es que es hombre casado y, peor aún, diputado en las Cortes por Convergencia i Unió, con un futuro político excelente gracias a su juventud, su formación y su facilidad para embaucar a la gente.  ¡Le joderíamos la vida! dijo para rematar.

Las pesquisas que, con todo sigilo y confidencialidad, realizó la teniente Saavedra, confirmaron los hechos relatados por Robert. No hubo referencias en la prensa, informes a la superioridad, ni requerimiento alguno al presidente del Congreso, don Gregorio Peces Barba. Se descartó como autor del crimen y aquí paz y después gloria.

Misa, café y desenlace. 

Quince días después del entierro se ofreció una misa por el alma de Serafín. En realidad no hacía falta, pues dado su paso por este mundo sin mácula ni pecado, seguramente su espíritu no encontró objeciones para aprobar, con nota, el examen a que nos somete San Pedro antes de entrar en el Reino de los Cielos. Las apariencias no siempre engañan.

Se eligió la iglesia de la Merced, un viernes a las ocho de la tarde acudiendo la familia en pleno, incluida una tía carnal de doña Asunción que pasaba unos días en Cadaqués.

A la salida, mientras la familia conversaba de la actualidad política con el prior de los Agustinos  -que regentan el templo-  Evaristo se excusó con la urgencia de tener que acudir al W.C. pues a su edad la próstata empezaba a dar señales de alarma. Eligió de forma aleatoria uno de los numerosos bares y restaurantes abiertos a esas horas en la plaza de la Palmera. Pidió un café, preguntó por el teléfono, pagó con un billete de mil pesetas y pidió el cambio en monedas de a cien.  La cabina de madera y cristales traslúcidos se hallaba al final del establecimiento en una zona discreta, alejada del ruido de voces, música, y platos que van y vienen.

Marcó lentamente doce dígitos, empezando por 007, el prefijo de la U.R.S.S. Y esperó.

  • доброе утро кто
  • Buenas tardes cariño, soy yo, Evaristo.
  • Ah! Hola, dime ¿Salió todo según acordamos?
  • No. Un desastre. El imbécil del mayordomo bebió una taza de té antes de subir al dormitorio.
  • ¿Qué?
  • Lo que oyes. La cagó.
  • Joder, ¿Y ahora?
  • Pues habrá que dejar pasar unos meses e intentarlo de nuevo pero de otra manera.
  • A ver Evaristo. Tengo contactos con dos albano-kosovares residentes en Marsella. Diez millones de pesetas. Sólo necesitan una foto y la dirección. Eficientes, cumplen su parte y desaparecen para siempre.
  • De acuerdo, pero lo dejamos para las Navidades que son fechas más propicias.
  •  Me avisas. ¿No estarás llamando desde tu casa o la oficina?
  • No, descuida. Llamo desde un bar elegido al azar donde nunca antes he estado. Nadie me conoce ni conozco a nadie.
  • Vale. Cuídate. Un beso, nos vemos la semana que viene.


Ya en la calle, Evaristo encendió un cigarrillo, aspiro el aire fresco de la tarde, ajustó la correa del pantalón, se alisó el pelo, y fue a reunirse con la familia: ¡os invito a cenar en BelleBuon!
Al mismo tiempo, en la Sala de Escuchas de la Comandancia, la teniente Almudena Saavedra, se desprendía de los auriculares con la satisfacción propia de los vencedores: “Lo tenemos, Fernández”, dijo a su segundo, un sargento de pelo cano que raleaba por el cráneo y que por edad podía ser su padre.


!Enhorabuena jefa! respondió el suboficial. Te costó mucho convencer a la jueza -quince días te doy Almudena-  de que había que pinchar en un radio de cien metros los teléfonos de todos los bares, hoteles y cabinas públicas donde, según su agenda, Evaristo Sáenz de Tárrega tuviese cita o compromiso de asistencia.

“Caso cerrado, te invito a una caña”, respondió la joven.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Como siempre la social democracia del psoe echando la culpa de todo a los rusos. Lamentable.

Anónimo dijo...

No me esperaba este final.
En la primera parte Mata jugó a despistar.

Anónimo dijo...

Joder, Manolo!
Qué bien escribes para ser un humilde convencido socialdemócrata!

Anónimo dijo...

Excelente relato de intriga. Me gustan mucho los detalles en las descripciones de los personajes y los lugares. Enhorabuena!

Anónimo dijo...

Genial, Don Manuel. Y que no acabe.

Anónimo dijo...

De aqui se podia hacer una pelicula lo malo es que ya sabemos el final
La definicion de la rusa muy bien explicado parece como si la conocieramos de siempre

Unknown dijo...

No nos lo esperábamos, muy agudo el autor, nos dao una larga cambiá que nos ha dejao fritos. Buen relato de intriga. Muchas gracias por compartir y a seguir dándole a la pluma.