domingo, 29 de noviembre de 2015

"Reseña de la reunión del Club de Letras en Algeciras y de la presentación de la novela La casa número 50 de Josefina Núñez" por María Luisa Niebla

Josefina Núñez.
Reseña de la reunión del Club de Letras en Algeciras y de la presentación de la novela La casa número 50  de Josefina Núñez. Centro de Documentación José Luis Cano, 27 de noviembre de 2015.
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Ayer tuve la suerte de ir a Algeciras a nuestra primera reunión de curso. La carretera fue dócil durante el trayecto, el clima se mostró condescendiente y el aparcamiento, en pleno centro de la ciudad, nos sobrevino a modo de buen presagio. Justo al desembocar la calle, nos topamos con un novísimo edificio en cuyas altas paredes se incrustaban, a modo de cenefa, unas poderosas letras grises que rendían tributo a la modernidad. Estábamos ante las puertas del Centro de Documentación José Luis Cano. Y fue allí donde, de forma espontánea, comenzamos nuestra charla introductoria a la reunión en compañía de Paco Herrera, de Cristóbal Moreno, de Josefina Núñez y de José Antonio Hernández.


Más tarde, en el interior del Salón de Actos, se fueron sumando otros amigos con los que tuvimos el gusto de compartir nuestras inquietudes literarias. De nuevo, volvimos a reflexionar sobre la necesidad de interpretar la vida e ir descubriendo sus misterios, conscientes de ese margen de error que plantea lo desconocido y también de la aventura que supone este peregrinaje por la vida-literatura: “Las cosas que merecen ser hechas, merecen ser mal hechas”.

José Antonio, haciéndose cargo de la parte práctica, nos recomendaba aprender a escribir leyendo cualquier tipo de textos para detectar alguna palabra que no solamos usar y trabajar con ella, no solo con la mera búsqueda en el diccionario, sino elaborando una lista de significados parecidos –los sinónimos estrictos no existen-, preguntando a otros, anotándola en un cuaderno y escribiendo una frase, luego otra y otra, hasta que la hayamos incorporado a nuestros textos de forma natural.

Posteriormente, surgió un animoso debate provocado por una sugerente pregunta que lanzó al aire  el compañero Cristóbal Moreno: ¿Cómo leer la vida? Las respuestas fueron variadas, pues todos los presentes participaron dando su punto de vista, hasta que formamos un puzle abierto donde podemos, entre todos, seguir rellenando huecos, seguir reflexionando. Os resumo las aportaciones:

-   Leemos la vida contando la realidad
-  Para leer la vida, tenemos que fijar nuestra atención en los detalles
-  No basta con leer textualmente la vida, hay que hacer una lectura profunda para extraer sus significados más hondos.
-   Leer la vida es interpretarla con nuestra visión y con nuestra experiencia
-   La vida es inabarcable, no se puede leer del todo
-   La lectura de la vida cambia con el paso del tiempo, según vamos viviendo
-   Leer la vida es descubrir sus significados y, este proceso, tiene que ver con nuestras propias vivencias
-   Leer la vida no es solo estar informados, hay que interpretar la realidad de los episodios que vivimos desde los pensamientos, las sensaciones y las emociones que nos suscitan los mismos.

Haciendo alusión a la novela de Josefina, José Antonio apostillaba que la escritura es una lectura de la vida, que la misma selección de los episodios -del espacio y del tiempo- denota una visión personal del mundo, de la vida. Pero –continuaba diciendo- no podemos olvidar que tenemos que aprender de los otros y que no podemos encerrarnos en nuestras experiencias. Hay que ser alumnos de la vida, siempre aprendices, para no caer en la tentación de creer saberlo todo y así estancarnos e ir muriendo sin posibilidad de crecer. Tenemos que recordar continuamente que “La vida empieza Hoy”.

Con este buen sabor de boca, comenzamos la presentación de la novela “La casa número 50” de nuestra querida compañera Josefina Núñez Montoya. Abrió el acto, impecablemente, Rafael Fenoy. Ya hemos hablado en muchas ocasiones de la función que ha de desempeñar la persona que preside la mesa en un acto público.

José Antonio comenzó su presentación explicando que no era su intención hacer elogios gratuitos, que quería evitar exageraciones porque éstas dibujan caricaturas, no retratos fidedignos. Por eso, afirmaba la elevada calidad de esta novela desde la perspectiva de la Teoría de la Literatura. Resaltó su vigor estético, ético y pedagógico para alentar la lectura y la escritura y para alentar la vida. Para ilustrar esta afirmación, puso como ejemplo un párrafo de la página 44 que nos leyó pausadamente.  Refiriéndose a la novela en su conjunto, nos habló de la buena literatura, que es aquella que nos proporciona una nueva visión, unas ideas nuevas que nos ayudan a crecer. El lenguaje literario, añadía, es un estímulo contra la apatía, contra el miedo al paso del tiempo y contra la soledad. Crear un texto bello, como es el caso, nos acerca a la esperanza y al amor, que pueden suavizar, aliviar e incluso curar las heridas inevitables de la vida. Ante los espacios y los territorios que transitamos y que condicionan nuestra experiencia vital, esta novela se alza como un grito entusiasta que nos estimula para que nos alegremos de estar vivos y para que nos sintamos felices y agradecidos. Porque la novela nos hace pensar, leer, interpretar y, por tanto, vivir más intensamente la vida.

          José Antonio resaltó cuatro rasgos implícitos en la obra: autenticidad, sencillez, sensibilidad y compromiso. Pasó a explicarlos de la siguiente manera: la autenticidad se hace visible en la mirada propia de la autora, coherente consigo misma y con su visión del mundo. La sencillez, en la forma de limpiar la palabra de adherencias. La sensibilidad con el ser humano, en los propios personajes. El compromiso, en la forma en que nos estimula a pensar y a vivir de una manera más lúcida.

          Otros aspectos que destacó en esta novela fueron: los silencios que permiten contemplar el paisaje exterior y reflejar el interior, el dominio de los recursos técnicos de la narración, la fuerza de unas palabras no contaminadas y la exigencia del derecho a volar con la imaginación a través de transformaciones estéticas que nos ofrezcan un escape a la frívola heterodoxia y a la trasnochada ortodoxia.

          Una vez concluida la presentación, tomó la palabra la propia autora que declaró sentirse muy agradecida por tan buena compañía, la de los componentes de la mesa y la del resto de amigos que ocupaban la sala. A continuación, Josefina nos contó que en su novela había una historia dentro de otra historia y que el porqué de esta invención se hallaba también entre sus páginas. Nos decía que el protagonista se refugia en la casa nº 50 para escuchar los silencios que le responderán a sus preguntas fundamentales. Y  es en el transcurso de la novela donde él va creciendo, va dándose cuenta de las verdades que está buscando.

          Con este sorprendente enigma rondando nuestras cabezas, se dio por finalizado el acto y nos despedimos hasta la próxima. La luna llena nos acompañó durante el camino de regreso.
 
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María Luisa Niebla
28 de noviembre de 2015    

1 comentario:

Anónimo dijo...

En vez de poner Cristóbal Moreno por qué no han puesto "El Pipeta" y así nos enteramos todos.