jueves, 20 de febrero de 2020

"La espera", por Manuel Mata

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LA ESPERA

13.20.- Habían trascurrido ya dos horas y allí seguíamos, uno frente al otro.


Espaldas contra la pared, separados por poco más de un metro, en guardia. Aunque debo reconocer que a medida que pasaba el tiempo la desconfianza y el recelo menguaban; y es que nuestros sistemas límbicos habían entrado en esa fase de, primero reflexión, y después comprensión, cuando concluyen que no hay más alternativa que esperar.

13.40.-  Instalados, ambos, en una  especie de calma chicha, hartos de mirar las telarañas del techo, fijarnos en los zapatos del otro, o emitir suspiros que no iban a ningún sitio. 

13.55.- Él tendría unos treinta años, traje de tela peinada, camisa azul celeste, corbata de nudo, zapatos negros muy limpios; guapo, dientes blancos, pelo castaño rizado; portafolio en las manos y una mueca de complicidad permanente en el rostro. “Llegaré tarde” dijo, en un alegato o justificación ante no sé quién. “Tenía cita en la notaría de Don Alfonso Iriastán hace dos horas y fíjese”. 

14.05.- Me contó que trabajaba en la Word Money Ltd. un despacho financiero proveedor de servicios trading online dedicado a gestionar los dineros de otros: planes de  pensiones, stock-opcion, fondos de inversión, capital riesgo y todo lo que huela a ganancia en esos mercados desconocidos para el resto de los mortales, en los que, según la tecla que pulses, puedes hacer ganar o perder un millón de euros a tu cliente en un par de segundos. 

14.35.- Decidimos sentarnos en el suelo. Yo era consciente de que mi falda plisada de cuadros escoceses dejaba entrever más de lo políticamente correcto, pero no me importó olvidar, por una vez, el decoro y las buenas formas que condicionan nuestra conducta. Estábamos en una situación excepcional, y nuestro proceder, en situaciones excepcionales,  puede permitirse el lujo de ser excepcional. 

14.50.- Era como si en aquellas extrañas circunstancias se hubiera instalado un nuevo patrón de comportamiento, y en esa posición, cómoda y relajada, me vi contándole mi vida, o parte de mi vida: de mi profesión como odontóloga, de la serena armonía de mi vínculo marital con Alfredo, de los madrugones que tan poco me gustan, de la rutina diaria, de las prisas que me impiden ver florecer los geranios de mi terraza. 

Y parafraseando a Luis Landero le dije que, a pesar de todo, la felicidad se aprende, y que ese sería el primer oficio en el que tendríamos que ejercitarnos desde niños. Como también se ha de aprender a convivir con los contratiempos que nos depara el destino, y que la principal lección de todas consiste en aligerar el alma para poder volar sin que apenas nos hieran las escarpadas aristas de la realidad, ni caer en la tentación mortal de anhelar lo imposible. Y concluí mi soflama con una frase lapidaria: nunca le pidas a la vida más de lo que la vida puede dar.

15.03.-  El momento de la transgresión, por lo general, es efímero y transitorio. Casi imperceptible. Puede ser responder por whatsapp a un mensaje insinuante de tu vecino, mantener un contacto visual más tiempo del necesario con un desconocido, o no darle importancia a aquel gesto espontáneo; tan espontáneo que cuando quiso frenarlo, ya era tarde: Extendió su mano, me apartó el pelo hacia atrás, y me acarició la mejilla. Levísimo roce, apenas insinuado, pero que a mí me hizo recuperar una sensación de inocencia ya olvidada. 

15.06.- Sus manos en mis caderas, su boca a tres centímetros de la mía, el descompasado latido de mi corazón, el invisible temblor de mis sienes…. Y, entonces… el borde dentado de la radial se coló por la rendija, las puertas del ascensor se abrieron, y la cara de satisfacción de un bombero, casco incluido, nos devolvió a la realidad.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

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Un par de minutos más
y tal vez, una tragedia
o quizás fuesen los comienzos
de una aventura nueva
a escondidas a hurtadillas
o libre, libre y por qué no
publicada a los cuatro vientos.

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Anónimo dijo...

Mata y Navarro dos patas para un banco. Con lo bien que escriben y siempre a lo mismo. Estoy segura que fue el Espíritu Santo quien intervino para evitar que esta mujer casada cayera en pecado mortal. Los hombres ya se sabe.

Anónimo dijo...

No es la primera vez que Mata se mete en la piel de una mujer y no lo hace mal.

Anónimo dijo...

Sr Mata, de verdad que no entiendo como tan brillante entrada tiene que acabar de una forma erótica, además en un lugar tan promiscuo como un ascensor. Estoy convencida que el Sr Bernardo debería moderar los lascivos y exagerados apetitos sexuales de sus colaboradores.
Sr Mata le animo a seguir el camino de la reflexión interior, aprender de las vicisitudes diarias, a conformarse con lo que la vida nos da, como muy bien dice, muy acertado.
En eso sí, aunque se lo tengo que decir, usted necesita una pedagogía que le encamine su corazón hacia el señor de forma casta y pura. Imagínese, en sentido hasta un calor abrazador pensando en el pobre bombero joven y atlético, creyente y de buenas costumbres, que llega antes de tiempo, a rescatarle a usted y su compañera, a saber que hubiera pasado si llega más tarde...
Saludos de Carmen,

Anónimo dijo...

D. Manuel, para quitarse el sombrero como siempre. Los finales, lo mejor. Lo del bombero no tiene precio. Enhorabuena y siga usted deleitándonos con su espléndida prosa.

Anónimo dijo...

El de las 9.53 aunque ponga Carmen no soy yo. Es un usurpador. Yo soy la verdadera Carmen la próxima vez tendré que mandar fotocopia de mi carnet

José Mª Casuso dijo...

Muy bueno, Manolo!! Cualquier lector/lectora se sentirá "atrapado/a" con sólo iniciar su lectura.Un abrazo

Anónimo dijo...

¡Me aburro! No muere nadie.

Anónimo dijo...

Exquisito. Cada vez escribes mejor... Cuando leí el de la camisa blanca no pense que volvieras a igualar el nivel. A ver si Fran te pega un homemaje y te pone el nombre de una calle del pueblo.

Anónimo dijo...

Mejor hijo adoptado el día de Andalucía o pregonero en San Pablo

Anónimo dijo...

El cartero y el pregonero,los dos llevan gorra y uniforme, solo se diferencia: el cartero necesita los sello y el pregonero la cornetilla.

Sr. Mata "pregonero mayor del Ayuntamientos" sería gracioso para dar a conocer aquellos acuerdos de carácter general y urgente que interesan a todo el vecindario, así como para dar difusión a anuncios comerciales de carácter particular y circunstancial, pérdidas de objetos.
¡De orden del señor alcalde, se hace saber…!