jueves, 2 de junio de 2016

" El pregón a Jimena que no fue", por Ignacio Trillo

Ignacio Trillo e Ildefonso Gómez.
MI PREGÓN INÉDITO A JIMENA EN SU FERIA DE AGOSTO DEL 2003
Ignacio Trillo.
INTRODUCCIÓN
Menuda faena me hizo Ildefonso Gómez Ramos, siendo alcalde del gaditano pueblo que me vio nacer, Jimena de la Frontera. Tuvo lugar la noche del jueves, 14 de agosto del 2003, inicio de la feria veraniega en su 161º edición anual desde que allá por 1842 se viene celebrando.

Cuando acabé el pregón inaugural, le faltó tiempo para ir a mi encuentro y fundirse conmigo en un fuerte abrazo mientras incontenibles lágrimas de emoción corrían por sus mejillas. En ese preciso instante, mirándome fijamente a los ojos, me pidió un favor que por ahora sigue pendiente y que más adelante explicaré en detalle el por qué.


Comienzo el relato por el principio. Transcurría la tarde de un día de marzo de aquel año del 2003. Sin esperarla ni sospecharla  recibí una llamada telefónica sorpresa proveniente del teniente de alcalde de Jimena, Andrés Beffa García, amigo hasta nuestros días desde su más tierna adolescencia, coincidente con mi juventud. Le llevo casi siete años.

Con sobrada antelación y de sopetón me invitó a dar el pregón anual de aquel año en la feria de agosto. Sin pensármelo y sobre la marcha le di respuesta afirmativa.

En este sentido, en la Semana Santa de aquel año, jueves de la tercera semana del mes de abril y día diecisiete, me decidí a pasarme anónimamente por Jimena sin quedar ni avisar a nadie.

Mi ausencia del pueblo de tiempos ha y con la cabeza rapada que portaba desde dos años antes, que sigo manteniendo en la actualidad, hacía que no fuera fácilmente reconocible. Asimismo, la única compañía que me escoltaba, una buena amiga de Marbella con look y realmente guiri. tampoco contribuía a desvelar mi identidad. Fue la que hizo las fotos que figuran aquí de aquel viaje. A la inversa, mi mirada sí reconocía y examinaba a cuantos paisanos me cruzaba o veía.

Necesitaba, sin presencia autóctona, revivir en exclusividad y sin que fueran provocados, recuerdos propios del pasado que me inspiraran el futuro pregón a disertar. Por donde iba pasando no tomaba nota manuscrita sino que la iba reteniendo en la memoria. Observaba, para contrastar y almacenar, el presente a la luz del pretérito que viví, teniendo en cuenta los cambios que me aparecían en la fisonomía del pueblo y posiblemente se habrían producidos en la evolución del pensamiento de sus habitantes.

En este sentido, dispuesto y furtivo paseé nuevamente por las calles y cuestas de Jimena acordándome de tantas cosas…
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