miércoles, 23 de marzo de 2022

El conjunto rupestre de los Molinos en Castellar, un hito prehistórico para marcar la comunicación de los ríos Hozgarganta y Guadarranque

Por Simón Blanco Algarín, miembro de la Asociación para la Protección del Arte Sureño, APAS.

El conjunto rupestre de los Molinos. Un hito prehistórico para marcar la comunicación de los ríos Hozgarganta y Guadarranque. (Finca de la Almoraima, Castellar de la Frontera)

Integrado en el frente rupestre que se desarrolla entre los términos de Castellar y Jimena, el conjunto postpaleolítico de los Molinos se ubica en la horquilla serrana que separa el curso alto del río Guadarranque, tramo caracterizado por agrestes formaciones tipo “canuto”, del curso bajo del río Hozgarganta, llanura aluvial que representa el ecosistema con mayor potencial agrícola del campo de Gibraltar.

Marcando el principal paso de montaña que une ambas cuencas hidrográficas, el conjunto de los Molinos es un yacimiento relevante por su estratégica ubicación, monumentalidad geológica y por contar entre su documentación gráfica con varias superposiciones y diferentes pigmentos que avalan un uso recurrente de este enclave por parte de las comunidades protohistóricas campogibraltareñas (Fig.1).

Fig.1. Izqda. Perdida reciente del alcornocal alrededor de Molinos II; Dcha. Superposición de motivos con distintas tonalidades de ocres ferruginosos.

Los antecedentes para este descubrimiento se encuentran en la relocalización de los abrigos del Rancho de Valdechuelos y del Chorreón del Salado, que son los yacimientos de referencia localizados por el equipo de Breuil en esta zona a principios del siglo XX, enclaves al que hay que sumarle el hallazgo del abrigo Grande por parte del matrimonio Uwe y Uta Topper a finales de los años 80.


Finalmente, en lo que va de siglo XXI, se han sucedido una serie de descubrimientos recientes como son los abrigos del Alcachofar (2008), las Manos (2011) y Malabrigo (2014) por parte de Francisco Díaz, los Molinos (2005) y los Coros (2016) por parte de Simón Blanco y ya finalmente en 2022 los abrigos del Compadre a cargo de Carlos Salas, abrigos que en su conjunto han conformado uno de los paisajes culturales más notables del extremo sur peninsular (Fig.2).


Fig.2. Abrigos y motivos esquemáticos del núcleo rupestre Castellar-Jimena

En este compacto frente rupestre, nos encontramos con una orografía típicamente aljíbica, articulándose los abrigos en los puntos donde los arroyos Salado y Madre Vieja, quiebran el flysch que canaliza por su margen occidental la amplia vega que representa el curso final del río Hozgarganta. Se trata de un espacio geográfico que no solo es trascendente por esta huella dejada por las culturas campesinas de la prehistoria reciente, sino que es el gran valor ecológico, funcional y espiritual que aún conserva este ecosistema climácico de la región mediterránea, el que hizo posible el marco de vida y los recursos necesarios para el sustento y el florecimiento de estas primeras comunidades estables.

El yacimiento de los Molinos II, se localiza en una escama de arenisca en la ladera junto al arroyo, es un abrigo de grandes dimensiones cuya evolución ha terminado horadando completamente el banco de arenisca en el que se encuentra, factores que han condicionado una conservación muy deficiente pero que han dejado al descubierto algunas interesantes estructuras geológicas en las que pueden observarse los moldes fosilizados de las corrientes sedimentarias.

Las pinturas han quedado reducidas a tres paneles que se sitúan en la parte más externa del lateral izquierdo del abrigo, siendo el grupo principal el que se desarrolla sobre una costra de óxido de hierro más resistente a la erosión, un oscuro lienzo que genera un singular contraste de colores para el que no conocemos ningún paralelo en la región.

Se trata de un panel complejo en el que se aprecia el uso de dos tonalidades de rojos y algunas superposiciones presumiblemente pertenecientes al mismo ciclo artístico. Entre los motivos más reconocibles de la composición destacan un arboriforme vertical en rojo claro y un gran antropomorfo ancoriforme en rojo oscuro. El resto de los elementos, debido a lo fragmentado del soporte y la acusada abstracción de los diseños, resultan difíciles de identificar morfológicamente, aunque tal vez la presencia de un pectiniforme de cuatro trazos verticales podría estar advirtiéndonos de la sintetización de un cuadrúpedo.

Entre los factores más determinantes que están participando en la degradación de estas pinturas están: la desestabilización del microclima provocada por la pérdida masiva del alcornocal circundante y la fijación progresiva de una pátina blanquecina muy corrosiva, generada por las deposiciones regulares de las aves rupícolas que usan el posadero ubicado sobre el panel rupestre (Fig.3). 

Fig.3. Izqda. Pared lateral de Molinos II afectada por las heces de las rapaces; Dcha. Detalle del velo blanquecino provocado por el biodeterioro químico y biológico del panel principal.

Por debajo de la veta férrica, a ras del suelo se conserva otro panel formado por un reticulado rodeado de varias formas ovales compartimentadas y más al exterior, en unas hornacinas sin apenas protección, algunas figuras antropomorfas muy convencionalizadas con forma de doble Y.

Siguiendo el curso del arroyo aguas abajo, el abrigo de los Molinos I se localiza en una escama paralela a la anterior y destaca por alzarse en una imponente laja desde la que se tiene vistas panorámicas sobre la fértil vega del Hozgarganta. Se trata de un abrigo con forma elíptica achatada en la que se han conservado varios antropomorfos simples y algunos signos, en un discurso gráfico plenamente esquemático que se complementa cultural y cronológicamente con la otra estación (Fig.4).

Fig.4. Izqda. Laja que contiene el abrigo de los Molinos I; Dcha. Algunos de los motivos rupestres conservados en Molinos I.

Como ya hemos indicado, estas dos cavidades debieron tener un importante valor simbólico para la vertebración de este territorio, ya que están enclavadas en el paso más cómodo entre las tierras bajas de la llanura con las propiamente forestales y por tanto facilitaban el acceso a los distintos nichos ecológicos de ambas cuencas. Además, al tratarse de uno de los conjuntos gráficos más interesantes de este núcleo rupestre, su estudio supondría un importante caudal de conocimiento para la compresión de los momentos más tardíos del Arte Sureño, su desarrollo e implementación final en el ámbito del estrecho de Gibraltar.

La deficiente comprensión del espacio geográfico donde se encuentran estos abrigos y la falta de prospecciones sistemáticas, han hecho que no se haya localizado el asentamiento de esta primitiva comunidad agraria, pero es evidente que estas manifestaciones gráficas surgieron de la interacción pluriactiva entre el medio natural y sus pobladores. De esta manera, el paisaje social construido es el resultado del control efectivo del territorio y la explotación sostenible de los recursos de ambas cuencas, por lo que la conservación y puesta en valor de los elementos culturales integrados en este dañado ecosistema campogibraltareño, no puede desvincularse de la dramática situación forestal provocada por la mercantilización e ineficaz gestión del parque natural de los Alcornocales (Fig.5).

Fig.5. Izqda. Decaimiento del alcornocal en la entrada de Molinos II. Dcha. Alcornocal moribundo junto a Molinos I


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