miércoles, 27 de noviembre de 2019

"Cena de enamorados", por Salvador Delgado Moya

--- 
CENA DE ENAMORADOS
Y como tantas veces nos fuimos a cenar...
        
Noches de celebración, con un estilismo casero; trabajado, ocasional e impecable. Noches de fiesta, de risas verdaderas, brindis y madrugadas de pasión.

      
Parece que lo estuviese viendo. Restaurante encantador, se acerca un agradable camarero ofreciendo lo mejor del local imprimidos en una carta con letra gabriola a dieciocho de tamaño.
        
Para ir picando, nos podía traer un poco de jamón; cortado a cuchillo, afilado, penetrante, inesperado, frío y traicionero. Ejercitando un vaivén para destrozar la forma a su antojo.
Y unos langostinos; inocente, solitario y con su forma típica producida por una eclosión forzada derivando en una forma retorcida producida por algún que otro dolor inesperado.
        
Y champán, mucho champán, muchas burbujas que me aturdan y me desinhiba de la realidad. Y que brindemos y que cada golpe de cristal, sea tan conciso que no produzca daños mayores. Y entre sorbo y sorbo, silencio...
        
Y después tomaré algo de pescado al horno. Indefenso pez, acorralado entre las redes del silencio, tragando incomprensión, nadando en un mar de odio con el agua demasiado salada, tanto, que escuecen los ojos, disimulando esa hinchazón de pena oculta. Y al horno, ese es el punto perfecto para devorarlo, amaestrando la forma con un calor desproporcionado. Calor que llega a las entrañas, penetrando y condicionando cuerpo y sobre todo, mente.
        
Ah! Y ensalada! Mucho verde, mucho aliño, pero nada de rojo, porque ese rojo sangriento no sienta muy bien y es muy difícil de digerir, produciendo malos momentos en la soledad, tanto,  que ya creo que lo tengo crónico.
       
 Y de postre, helado.
        
Frío, para comerlo lento, sin prisas, impertérrito, suave en boca, lametazos de dulzura que se evaporaron en una boca que desprendía ardor interno por la descomposición cotidiana de una estructura inocente, limpia y pura. Y échale sirope, para que disimule lo verdadero, que encumbra una historia con un sabor ideal a simple vista.
        
Y ya pletórico, rozando una gula liviana, un chupito de lo que sea, que estimule las risas forzadas, risas disfrazadas de mentiras, risas disfrazadas de odio, de perplejidad, de incomprensión, de incredulidad, de una casualidad fatídica y de un sino premonitorio.
       
Pues esta cena tan especial, si hizo cotidiana, entrando en la vida con una insolencia inusitada, desvergonzada y cruel.
        
Te he escrito este menú especialmente para ti.
        
Este era el menú que le servías a mi madre un día sí y el otro también. Y ella, de tango tragar no podía hablar, y cuando podía, callaba.
        
Y todos los días cenaba lo mismo, una cena idílica presentada en una carta para el público en general, y muy peligrosa para alguien en particular, tanto que por no cambiar el menú, le cambiaste la vida...
        
Ahora ya no cena, esa inapetencia la trabajaste hasta que lo lograste. Ahora ella descansa, ya no tiene bulimia de dolor, ya descansa con un régimen vitalicio de inocencia.
        
Toma carcelero! Llevale este menú a ese preso! Dile que lo deguste con paciencia, lentamente, masticando y saboreando los condicionantes, tragando con precaución, digiriendo pausadamente y alimentando ese demonio que siempre ha sido...
       
Que dures muchos años. Que te acuerdes de ella en todo momento. Y que sepas que a diferencia de ti, a ella la mataste pero dejó un gran reguero de amor y tú, lo has dejado de odio.
       
DIA EN CONTRA DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bien Salva, otra forma de contar lo que nunca se acabará, al menos mientra existan los dos sexos que, se atraen salvajemente, pero sin olvidar la curvatura alzada de esa cánida cola que recuerda la supuesta orden natural de cuál de los dos ha de ser siempre el más respetado ¡Qué bonita y emocionante debe ser la simétrica igualdad!