domingo, 13 de octubre de 2013

"Leer literatura", José Antonio Hernández Guerrero

Hay que ver lo difícil que es lograr que los alumnos descubran que el objetivo más importante de la Literatura es disfrutar con los alicientes de la lectura. Es cierto que la mayoría de las vocaciones literarias tienen su origen en los gérmenes que un buen profesor plantó gracias a su habilidad para descubrir los secretos misteriosos, las bellezas placenteras de la lectura concienzuda, plácida y grata de las obras maestras, pero también es verdad que otros muchos aborrecen la literatura como consecuencia de un erróneo planteamiento didáctico de esta asignatura. “Más que a leer -me confesaba con cierto malhumor un alumno- estamos aprendiendo la técnica de los taxidermistas”.

Y es que, efectivamente- a veces les enseñamos a desmenuzar un texto, a retirarle la piel, a encontrar la médula, a seguir el curso de cada arteria y de cada vena, y hasta sacarle las entrañas, pero no siempre somos capaces de transmitirles unas fórmulas válidas para que la obra recobre la vida: no sabemos inculcarles la convicción de que leer no es sólo desmenuzar y reconstruir un texto sino, también, recrearlo y recrearse. 

A mi juicio, deberíamos poner mayor énfasis para lograr que descubran, en primer lugar, el gusto por la soledad asumida y degustada como un bien que íntimamente les pertenece, como un aval de la paz de su espíritu, como un fruto interior que ellos pueden degustar provechosamente y disfrutar con la necesaria lucidez de quien sabe estar consigo mismo. Para leer una obra, para entenderla y para contrastarla con nuestras vivencias personales, hemos de aprender a estar solos y en silencio. No debemos olvidar que la capacidad de comunicarnos -la esencia de la lectura- depende, en gran medida, de las posibilidades de aislarnos. A veces, hemos de sentir la necesidad de salirnos de la corriente del río y sentarnos en la orilla para observar los episodios desde fuera. Los acontecimientos se suceden, veloces y caóticos, y engendran remolinos contradictorios e incomprensibles. Es preciso aprender a mirar -por debajo de la superficie- ese fondo submarino por donde todo discurre más despacio. Sólo de esta manera, será posible intentar captar la naturaleza profunda de la historia que estamos leyendo y viviendo.

En segundo lugar, hemos de advertir que escribimos y leemos con todo nuestro ser y con todas nuestras facultades: con el cuerpo y con el espíritu, con los sentidos, con las emociones, con la imaginación y con la razón. Y, finalmente, hemos de reconocer que, en la Literatura, las cosas son siempre otras cosas: todos los seres son significantes portadores de significados múltiples.

Deberíamos leer más pero, sobre todo, deberíamos leer mejor. De esta manera ensancharíamos nuestra vida con ese mundo imaginario que nos ayuda a compensar la pobreza de la vida cotidiana. La existencia humana se enriquece cuando somos capaces de gozar de las creaciones del arte, de la pintura, de la escultura, de la música o de la literatura. Si pretendemos hacer ricos a nuestros alumnos, hemos de proponerles fórmulas para que disfruten de esas historias que nos estimulan las ganas de vivir y que han constituido el mejor método de la educación e, incluso, del bienestar psicológico y ético.
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José Antonio Hernández Guerrero es catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
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>>> Presentación de Club de Letras de la Universidad de Cádiz en Jimena de la Frontera el próximo 23 de octubre

Imagen de  reinamoradelamoreria.blogspot.com

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