miércoles, 4 de septiembre de 2013

"El nuevo curso", por José Antonio Guerrero

En este mes de septiembre recomienzan, como todos sabemos, los cursos de las diferentes actividades de la vida individual, académica, social, económica y política. Es el momento estratégico que aprovecha la publicidad televisiva para animarnos a adquirir fascículos que nos ayuden a reiniciar, por enésima vez, el aprendizaje de esos conocimientos y de esas destrezas lingüísticas que, como el inglés, el alemán o el chino, nos abrirán las puertas de lucrativas profesiones. Tras aceptar que, efectivamente, el dominio de varios idiomas constituye en la actualidad una condición indispensable para el ejercicio de la mayoría de los oficios, me permito sugerir que aprovechemos también la oportunidad para mejorar el nivel expresivo, comprensivo, explicativo, comunicativo, persuasivo e, incluso, literario de nuestra Lengua Española.

No estaría mal que nos decidiéramos a seguir aprendiendo a escuchar y a hablar, a leer y a escribir en nuestra propia lengua. El uso de este instrumento no sólo es imprescindible para el crecimiento humano, profesional, económico, social y político, sino también una herramienta indispensable para conocernos y para explicarnos a nosotros mismos, para analizar y para contar cómo es este mundo y, sobre todo, para comprender y para comunicarnos con nuestras gentes. Es posible que también nos sirva para desmontar esa propaganda política que estimula la ingenua credulidad de los votantes, y para defendernos de los “aguafiestas” –también ventajistas- y evitar, en lo posible, que nos amarguen aún más la existencia. Sin caer en ingenuos optimismos, hemos de buscar fórmulas eficaces para evitar que esta desolación pesimista nos contagie y tiña toda nuestra existencia con los colores lúgubres de sus lamentos pero, además, hemos de encontrar un acicate en el que agarrarnos y una clave que nos ayude a interpretar los signos de esperanza que lucen en medio de ese oscuro paisaje.   
Por eso, más que cerrar los ojos, hemos de aguzar la vista, desarrollar nuestras destrezas críticas y, sobre todo, ejercitar la autocrítica evaluando los datos positivos y los negativos, indagando en sus raíces y buscando las adecuadas soluciones. Pero, para ejercitar esa crítica, necesitamos enriquecer o al menos frenar el alarmante empobrecimiento de nuestro vocabulario.  Si es cierto que está aumentando en nuestras calles el número de pordioseros que carecen de los medios más indispensables para sobrevivir, también es verdad que, en la actualidad, asistimos al deprimente espectáculo del progresivo –regresivo- empobrecimiento de la lengua. Los adultos lamentamos, con razón, que los adolescentes empleen cada vez menos palabras: nos sorprende que con un solo término -por ejemplo el adjetivo "guay”- tienen suficiente para expresar cualidades tan diferentes como la bondad, la belleza, la utilidad, la comodidad o la fuerza de los objetos materiales o de los comportamientos humanos.
Pero hemos de reconocer, modestamente, que los profesionales cualificados y, a veces, los eruditos y los intelectuales, adolecemos también de serias carencias de vocabulario. No es tan extraño, como podría parecer, que los enfermos no entiendan al médico que les diagnostica la enfermedad que él padece, ni que el cliente no comprenda al abogado que le defiende su propia causa, ni que el feligrés no sepa a qué se refiere el párroco cuando le predica sobre las postrimerías, ni que el ciudadano ignore el significado de las palabras que usa el político que le propone un programa para que lo vote ni, incluso, que el alumno no tenga idea de los conceptos que emplea el profesor cuando le explica una lección para que la aprenda. El comienzo de un nuevo curso podría ser la ocasión propicia para que enriquezcamos nuestro vocabulario releyendo atentamente  algunos libros de nuestra juventud y manejando con mayor frecuencia el diccionario de la Lengua Española.
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Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.

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