lunes, 6 de febrero de 2012

"Vivir sin moral", por José Antonio Hernández Guerrero

Durante, al menos, la segunda mitad del siglo veinte, quizáscomo reacción inevitable a los rigores de la Dictadura, los “progres”tachábamos de moralina cualquier referencia a la bondad, a la virtud, alrespeto, al orden o a la disciplina. 
Es posible que dicha respuesta adolescentese haya hecho crónica en algunos de los ya maduritos y explique, en parte, el menosprecio, más o menos explícito, de los valores y de las exigencias morales.¿No es cierto que, a veces, nos da cierto pudor confesar de manera descarada que apreciamos los comportamientos honestos, rectos y virtuosos de las personas coherentes e íntegras? ¿No es verdad que nos resulta pueril reconocer que el valor supremo de un ser humano es la bondad?
Otra de las consecuencias de aquel comprensible rechazo puede ser la simplificación ingenua o el empobrecimiento dañino del contenido de la moral: el olvido de que, si mutilamos el cuerpo de los principios éticos, se resiente todo el equilibrio individual y se derrumba, incluso, la estructura de la vida social: nos hacemos más crueles y más vulnerables. No podemos perder de vista que la moral posee diversos contenidos complementarios ni debemos olvidar que, cuando prescindimos de cualquiera de ellos, se devalúan los demás valores personales y colectivos.

Para explicarnos de una manera más concreta podríamos hacernos una pregunta: ¿Porqué hay hambre en el mundo? Todos sabemos que, en la actualidad, hay superabundancia de alimentos y que, por lo tanto, el hambre es remediable. La FAO dice que la agricultura mundial permitiría alimentar a 12.000 millones de personas, el doble de la actualpoblación del planeta. ¿No creen ustedes que si, además de las teorías económicas, de los adelantos científicos y de los inventos tecnológicos, aplicáramos las normas de la moral, se paliarían demanera notable muchos de esos problemas que, como la miseria y hambre, claman al cielo y constituyenla verdadera amenaza para la paz? 
A veces tratamos de tranquilizarnos diciéndonos que somos víctimas de un proceso de transición en el que una moral anticuada estácediendo su lugar a otra emergente, pero el hecho comprobable es que determinadas actitudes y algunos comportamientos demuestran que algunos aspirana un modelo de vida “liberado” de cualquier atadura moral. Cuando oímos proclamar la “nueva moral”, deberíamos detenernos e indagar en los valores reales de ese “nuevo ethos” para tratar de descubrir si, realmente, nos hacen más humanos, más libres y más solidarios. En mi opinión, puede resultar suicidael empeño de ennoblecer esta crisis presente mostrándola sólo como el conflicto entre dos morales, la una caduca y la otra en albor.
Aunque es cierto que, a lo largo de la historia de las civilizaciones, las jerarquías de los valores morales cambian de orden y que las virtudes que, en un momento determinado, eran más apreciadas pasan a ocupar unl ugar secundario, hemos de reconocer que, a veces, se produce, simplemente, la supresión total o la pérdida parcial de la dimensión ética de los comportamientos individuales o sociales. 
Todos conocemos a personas que, colocadas en los diferentes rangos de la escala social, política o profesional, carecen de principios éticos o desensibilidad moral e, incluso, alardean de falta de sentimiento de sumisión a algo, de conciencia de servicio y de obligaciones sociales. No se trata de que,en un momento determinado, no hayan atendido a las exigencias éticas; es,simplemente, que desprecian las ataduras morales y no quiere supeditarse a ninguna norma ni a ninguna autoridad. A veces, por falta de valentía o por un exceso de delicadeza, calificamos como “amorales” unas conductas que son descaradamente “inmorales”.
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*** Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
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