jueves, 26 de noviembre de 2020

"La importancia y la dignidad de las personas", por José Antonio Hernández Guerrero

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La importancia y la dignidad de las personas
               
Sin ánimo de restar importancia a la calidad futbolística de Diego Armando Maradona considerado como el mejor jugador de fútbol de la historia, considero desproporcionados y peligrosos algunos –muchos- de los elogios que su fallecimiento está generando en el mundo entero.

En mi opinión, la leyenda de su agitada vida fuera de los terrenos constituye el paisaje vital en el que inevitablemente se instala su virtuosismo con el balón. Comprendo y respeto las lágrimas pero no apruebo que se canonice como modelo de dignidad ni de comportamiento humano. A la hora de aplaudir sus regates y sus goles, hemos de tener en cuenta su adicción a la cocaína, su amistad con la Camorra napolitana, su desprecio a los periodistas, sus burlas de las mujeres y su manera frívola de interpretar la vida humana. 

La dignidad humana no depende del color de la camiseta, de las insignias que lucimos en las chaquetas o de los títulos que coleccionamos en las vitrinas. El valor de una persona no aumenta a medida en que crecen sus habilidades, sus riquezas, su poder o su ciencia. No confundamos la grandeza con la magnitud; la nobleza con la fama; la importancia con la vanagloria; el prestigio con la popularidad y la calidad con la cantidad. La dignidad humana no estriba en las insignes prebendas o en los cargos honoríficos, ni el brillo de las apariencias coincide con la sustancia de la realidad, ni el ruido de la publicidad con las nueces de los hechos: no es oro puro todas las baratijas que relucen en las solapas. 

La dignidad nada tiene en común con la jactancia, con la presunción o con la arrogancia, sino que se encuentra, justamente, en su cara opuesta. La dignidad humana guarda una relación directa con la integridad, con la generosidad, con la sencillez, con la naturalidad y, a veces, con la pobreza; depende más de la manera de trabajar que del puesto que ocupamos. Si es cierto que las peanas altas empequeñecen las figuras, también es verdad que, cuanto más bajitos somos más nos encantan las tarimas, los púlpitos y los escenarios. Yo también le deseo sinceramente que descanse en paz.    

4 comentarios:

E. Alonso dijo...

Sr. José Antonio,cuando escribimos un artículo, es para informar o mover conciencias.
Quiero aportar a su artículo mi pequeña opinión, como prueba que nos ha hecho reflexionar.

Quiero empezar con una cita de Napoleón " Cada debate, tiene al menos tres puntos de vista: el tuyo, el del otro y los de los demás.”

El tuyo, ya lo hemos leído, el punto de vista del otro es: En las guerras, como en las pandemias, los humanos miramos al cielo y pedimos un milagro. Cuando este no se produce, y vemos que Dios se ha olvidado de nosotros, le intentamos reemplazar con semidioses, porque no podemos aceptar lo insignificantes que somos. Queremos ser la razón de la existencia de la vida.

Si A. Maradona hubiese fallecido hace un año, cuando él estaba con su problema y nosotros con nuestros problemas diarios, seguro que el mundo hubiese reaccionado de distinta forma, porque no hacía falta un milagro para seguir cada uno con su rutina.

En las desdichas, los seres humanos necesitan dioses, aunque sean de piedra, madera o de forma de balón.

El punto de vista de los demás: ¡Qué cada uno, tenga el suyo!

Anónimo dijo...

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Decía mi difunta madre
“Que nadie se va de este mundo
sin saber que ha estado en él”
No le quito la razón,
pero he podido constatar
que en este mundo la lección,
para todos no es la misma,
para todos, no es igual.
Aunque todo el mundo sufra,
la carga de sufrimientos.
para todos no es la misma.
Hay quienes no pueden con ella
y otros pueden soportarla
por ser mucho más liviana
o por tener una mano
que te ayude a llevarla.
Lo que, para todos si es igual
es, el dejar esta existencia,
o como antes se decía
“El entregar la cuchara”
Lo bueno que hizo el finado,
largo tiempo se recuerda
y lo malo, mucho menos,
lo malo pronto se olvida,
suele haber siempre amnistía
y es lo normal porque ya,
quedan saldadas sus deudas.
Siempre hay ídolos o dioses
que reemplazan al que no vemos,
el humano necesita
algo a lo que agarrarse,
que le ayude a soportar
la carga que acuesta lleva,
que de Cirineo le haga.

Don José Antonio, con mi saludo, mis respetos.

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Cristóbal Moreno dijo...

No hay dignidad, ni diosidad, y si prepotencia, don de superioridad y dinero donde antes hubo un gran luchador y un buen futbolista, que con el triunfo se llenó de ego y de drogas (el peor de los enemigos de cualquier persona deportista o no) y se convirtió en un enfermo dependiente, maleducado y consentido por lo que les idolatraron por lo que llegó a ser, y ahora, por lo que comenzó a ser incluso siendo ya triunfador desorbitante y desorbitador, aspirante a escoria humana cuyo dinero no puede contra el vicio enfermizo de la cocaína y sus consecuencias. Su imagen no puede ser la de Argentina, no, Argentina se merece mucho más. Maradona tuvo dos tiempos, y el segundo ganó por goleada a un primero brillante, el segundo no debiera de haber existido jamás si no se hubiera dejado dominar por la endemoniada droga; por tanto, para mí, no hay ya nada que festejar y si que lamentar, así que ¡ATENTOS JÓVENES!, los tres peligros más terrible de este planeta son: las drogas tóxicas, el ser humano y la propia Naturaleza.

Campuscrea dijo...


Me gustaría dejar claro -queridos amigos- mi respeto a la persona de este ser humano y mi admiración por su calidad futbolística. Estoy convencido de que, además, merece agradecimiento por lo mucho que hizo disfrutar a los aficionados al fútbol. Me he permitido hacer el comentario anterior movido por mi convicción de que estos líderes deportivos o de otras actividades humanas son MODELOS DE IDENTIFICACIÓN COLECTIVA. Todos sabemos que sus seguidores copian sus maneras de andar, de peinarse y de vestir, y, en muchas ocasiones, sus comportamientos personales, familiares y sociales: sus modas y sus modos de vivir. Agradezco sinceramente todos vuestros comentarios. De verdad que todos me hacen pensar. Un abrazo, amigos. José Antonio