martes, 14 de abril de 2020

"Resucitaremos" , por José Antonio Hernández Guerrero

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RESUCITAREMOS: Estoy convencido de que las situaciones límites que estamos viviendo pueden conducirnos a un replanteamiento del sentido de la vida

Mi respuesta a tu encuesta es -querido Pepe- categóricamente afirmativa. No albergo la menor duda de que, tras derrotar a la pandemia -este potente e implacable  enemigo de nuestra salud física y mental- muchos de  los que podamos contar sus efectos devastadores tendremos muy en cuenta las lecciones que hemos aprendido. Sin caer en ingenuos optimismos, buscaremos fórmulas eficaces para evitar que la desolación pesimista nos contagie y tiña toda nuestra existencia con los colores lúgubres de los que carecen de esperanza. Lucharemos para encontrar acicates en los que agarrarnos y claves que nos ayuden a interpretar los signos de esperanza que lucen en medio de ese oscuro paisaje. Si las sombras y los nubarrones pueden servir para resaltar las luces y para aprovechar mejor los días soleados, la correcta interpretación estos dolores y de los errores que hemos cometido nos puede ayudar para que descubramos el germen vital que late en el fondo de nuestra existencia humana individual y colectiva.

Permíteme que te confiese que, para hacer este pronóstico, no me apoyo en ideologías, en teorías filosóficas ni siquiera en consideraciones psicológicas sino, simplemente, en la observación de la Naturaleza, sí, en el funcionamiento del Universo. Los marineros saben que, tras la tempestad, llega la calma; los labradores conocen que al invierno le sigue la primavera y el verano; los psicólogos nos explican que la esperanza es la receta imprescindible para evitar la depresión, los fieles de las diferentes creencias se consuelan con la vida futura y los cristianos fundamentan sus vidas en su fe en la resurrección de Jesús de Nazaret. Pero yo me conformo con recordarte esa frase que tanto te repite tu madre: “Siempre que hemos sufrido algún contratiempo, han surgido insospechados beneficios”.  


Si pretendemos evitar el desánimo, junto a los malos tragos hemos de situar los datos positivos, hemos de tener en cuenta, por ejemplo, nuestra capacidad para mejorar las situaciones y para aprender, sobre todo, de los errores. Reconociendo el declive que el individualismo contemporáneo ha introducido en las relaciones humanas, este deseo de mejorar nos permitirá compartir el sentido positivo de la vida, generar unos vínculos más estrechos entre los hombres y recuperar el diálogo con los diferentes y el reconocimiento del mundo que nos rodea. Sólo así mantendremos la posibilidad del amor y los gestos supremos de la vida. Si pretendemos que nuestras vidas no sean escenas sueltas -“hojas tenues, inciertas y livianas, arrastradas por el furioso y sin sentido viento del tiempo”-, hemos de buscar ese vínculo, ese hilo conductor, que las re-hilvane y que proporcione unidad, armonía y sentido a nuestros deseos y a nuestros  temores, a nuestras luchas y a nuestras derrotas. Fíjate, por ejemplo, cómo, gracias a esta epidemia, hablamos más con los vecinos, hemos recuperado amigos y, sobre todo, damos mayor importancia al cuidado de la salud, al valor de la familia, a la amistad, al silencio, a la lectura, a la conversación, a la sobriedad, al cariño o a la generosidad.   

Es posible que sea verdad aquel viejo adagio que dice que “de grandes males, grandes bienes”. Esta aparente contradicción entre la existencia del mal, la bondad y la capacidad de supervivencia del ser humano, plantea la urgencia de recuperar esos valores que habíamos menospreciado. Quizás incluso podamos recobrar la “capacidad de sorpresa” y esas ganas de soñar y de ilusionarnos que habíamos perdido por el pragmatismo de la cultura utilitarista dominante. Estoy convencido de que las situaciones límites que estamos viviendo pueden conducirnos a un replanteamiento del sentido de la vida.

4 comentarios:

E. Alonso dijo...

No soy amante del "buenismo" Prefiero ser precavido y previsor y ponerme a trabajar lloviendo, aunque me moje, a cruzarme de brazos y tener la esperanza a que lleguen los días soleados para después trabajar.

Tener esperanza es aceptar que los acontecimientos vienen solos y por cuestión divina o ya están escritos.Esto nos hacen ser indefensos ante las adversidades. No acepto cuando dices:

" Los marineros saben que, tras la tempestad, llega la calma; los labradores conocen que al invierno le sigue la primavera y el verano; los psicólogos nos explican que la esperanza es la receta imprescindible para evitar la depresión, los fieles de las diferentes creencias se consuelan con la vida futura y los cristianos fundamentan sus vidas en su fe en la resurrección de Jesús de Nazaret".

Tener esperanza es renunciar a que las personas fragüemos nuestro destinos.

Cuando vimos como actuaba la COVID19 en China, teníamos la esperanza que no iba a llegar a España, si llegase teníamos la esperanza que lo íbamos a destruir, teníamos la esperanza que eso como mucho era una gripe. Por culpa de esa esperanza no hicimos nada y estamos como estamos.

Si en vez de tener esperanza hubiésemos sido desconfiados,previsores y precavidos contra la COVID19, ahora estaríamos en otra situación muy distinta.

Ahora nos dice FMI "El Fondo Monetario Internacional ha actualizado este martes sus estimaciones macroeconómicas para España y las ha empeorado de forma significativa como resultado del impacto del coronavirus Covid-19, de forma que ahora espera que cierre 2020 con un paro del 20,8% y una caída del producto interior bruto (PIB) del 8%.

Se trata de los peores datos macro registrados por España en muchos años. De confirmarse la contracción del 8% de la economía, sería el peor dato registrado en toda la serie histórica del Instituto Nacional de Estadística, que comenzó en 1970, y, probablemente, la mayor contracción experimentada en el país desde la Guerra Civil".

¿Qué actitud tomamos? La de la esperanza de tus marineros que después de la tempestad saldrá el sol, por lo tanto no debemos de preocuparnos de esos datos o tomamos la postura de lucha contra estos vientos huracanados que van azotar nuestro barco y evitar que se hunda sin esperar a que salga el sol.

Lo que quiero decir a nuestros políticos locales, que se dejen de fotos, tonterias y de protagonismos. Que vayan pensado como remar todos juntos para que el barco no lo hunda por la tempestad. Porque Cuando el barco se esté hundiendo, ya no es remar todos juntos, es que el capitán pide auxilio.

Anónimo dijo...

¿Cada vez que escriba este gran profesor de la Universidad de Cádiz, vamos a tener que aguantar los comentarios políticos y sesgados de este otro señor? Por favor, ¿no había dejado de escribir ya? Da gloria leer esas reflexiones de todo un profesor de crítica literaria de la Universidad de Cádiz. Pero, ya vas leyendo con el miedo de que este señor le responda y salga de nuevo con sus ideas políticas, calentándonos la cabeza y comiéndonos el coco. Se ve que quiere que todos pensemos igual que él, muy típico de estos tiempos. !Vaya tela¡

E. Alonso dijo...

Él o la del comentario 1:05

No se preocupe, le dejaré para usted todos sus escritos para que se deleite en ellos.

Esta postura de pensamiento único, me recuerda a tiempos pasados, donde nadie hablaba de política y él quien lo hiciera ¡Al paredón! Algo hemos ganado en estos años, ahora no te fusilan, te hacen callar dándote una simple orden: No escribas comentarios porque calientas la cabeza a un profesor de la Universidad de Cádiz. ¡Toma ya!¡Otro que no quiere que se hable de política!

Lo que me choca cuando dice usted, refiriéndose a mi comentario: "Se ve que quiere que todos pensemos igual que él, muy típico de estos tiempos. !Vaya tela¡"

Para que todos no pensemos lo mismo, tiene que existir diversidad, para conseguirla, tienen que haber distintos comentarios y opiniones. Lo que usted predica es que todos digamos amen a los escritos de ese profesor de la Universidad.

¡Pues nada! Por mí que no se quede. ¡Amen! ¡Amen!

Por cierto, un pequeño detalle. Si no se puede hablar de política, tampoco debemos de hablar de religión. Será todo un profesor de la universidad de Cádiz, no le quito su merito, que lo tiene y mucho, pero un poquito beato también se le nota en sus escritos.(España es un estado aconfesional, se considera así desde 1978, con la aprobación de la Constitución Española)¡Por favor! un poquito de menos religión, nos vendría bien.

No se preocupe, le repito que nunca le haré un comentario a sus artículos.

Lo firma uno que solo tiene los estudios primarios. No ha pisado en su vida una universidad.Por cierto, aunque por mis estudios carezca de "Don", tengo la misma dignidad que ese profesor.

Anónimo dijo...

Yo tengo claro una cosa, en el vaticano no gobierna Dios gobierna el anticristo. Soy cristiano de pies a cabeza pero no comulgo con los lujos y bienes de una iglesia como en la evangelizacion de nativos a la fuerza porque si no los mataban, cruzada al estilo a la que sufrieron Cataros, Al Andalus que dicen fue unareconquista fue otra cruzada.