domingo, 10 de septiembre de 2017

El desafío del corcho en la provincia de Cádiz

Leído en El País. Por su interés reproducimos esta noticia.
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Nuevas empresas intentan revalorizar un sector que carece de competitividad para hacer frente a la rivalidad de Portugal

JESÚS A. CAÑAS
En el parque natural de Los Alcornocales nada es lo que parece. Sus 167.767 hectáreas de extensión, enclavadas en plenas montañas de Cádiz, bien podrían pasar por un bosque virgen si no fuera porque el hombre lo modeló para explotarlo. El corcho que se extrae de sus árboles, de aspecto rugoso, oscuro y leñoso, se hace pesado a la vista aunque es grácil, resistente al fuego y aislante. De sus alcornoques se sacan cada año 14.376 toneladas, el 15% de lo que se genera en España y más del 4% del mundo.
Cabría pensar que Cádiz lidera el sector empresarial en España si no fuera porque exporta el 97% de su producción en bruto y apenas subsisten 10 industrias corcheras en la provincia. Sin embargo, hay quien está dispuesto a poner su grano de arena para dar la vuelta a esta realidad para generar más valor añadido. Nuevas empresas del mundo textil, equino y del propio sector aumentan su apuesta por la innovación.

"Si está aquí mismo, si tenemos tanta materia prima y la especialización en el descorche, ¿por qué no lo aprovechamos?", se pregunta el arquitecto jerezano José María Vega. Ha patentado una cuadra modular transportable para caballos producida con ese material. No es el único que se ha dejado cautivar por el corcho, María Beltrán y su firma The Pez lleva tres años demostrando que la moda y los complementos también casan con ese tejido vegetal. Otros, como Eladio Sáez, dueño de Cork Spain, han decidido dar un paso al frente en el sector al que ha dedicado toda su vida. Además del cocedero que ya tenía con el que daba un primer tratamiento a la corteza, ha decidido abrir su propia taponera para llevar hasta el final la línea de producción.

Sus iniciativas son un soplo de aire fresco en un sector que lleva décadas en decaimiento, azuzado por el monopolio de multinacionales y por la pérdida de mano de obra cualificada en el campo. Pero no siempre fue así. A principios del siglo XX llegaron a trabajar en Cádiz hasta 100 empresas de tratamiento, como recuerda el director del parque, Juan Manuel Fornell. Con la guerra civil en España, Portugal tomó impulso y se convirtió en el primer productor del mundo. Hoy conserva intacta su hegemonía: produce el 49,6%, frente al 30,5% del corcho mundial que genera España. Los datos son de Corticeira Amorim, la empresa portuguesa líder del sector que es capaz de facturar 534 millones de euros.

Buena parte de las 14.376 toneladas que salen de Cádiz acaban en sus instalaciones. En total, la venta de corcho genera en la provincia española 7,4 millones de euros (5 millones al natural y el resto manufacturado), una cifra 25 veces menor de los 179,3 millones de euros que genera Cataluña, donde se concentran 138 empresas pese a que en la comunidad autónoma se producen solo entre 3.500 y 5.000 toneladas anuales. Los datos, condensados en el Plan Estratégico del Corcho de la provincia de Cádiz de la Asociación de Amigos de Los Alcornocales, facilitan las conclusiones: "La falta de industria en la provincia y la dependencia casi absoluta del exterior a nivel de mercado provocan que todo el valor añadido de los diferentes productos corcheros se vaya fuera".

Plan de choque
Ante esta realidad, en el plan establecen un camino para salir del atolladero: recomiendan organizar y unificar a los productores, incentivar la industria y recuperar la producción de corcho que se pierde cada año. "Tenemos que conseguir que el beneficio generado por las economías de escala se quede en el territorio, que el productor se dé cuenta de que tiene un materia prima de alta calidad", reconoce Francisco Romero, presidente de la entidad de amigos del parque. Y aporta otra clave para conseguirlo: "Incorporar el conocimiento a la fábrica para generar proyectos empresariales".

Fue justo eso lo que hizo María Beltrán cuando se animó, en 2014, a recuperar la fábrica de marroquinería de su padre, pero con un giro: "Tenía que hacer algo diferente porque en la piel ya estaba todo inventado. Investigamos nuevos materiales y apostamos por el corcho por sus extraordinarias cualidades y porque es de nuestro parque". Ahora presumen de estar presentes en el mundo de la moda sostenible gracias a sus bolsos y complementos en corcho, cáñamo y yute.

La misma inquietud por los materiales tenía José María Vega cuando ideó un transporte para caballos que a su vez sirviese de cuadra. Tras darle muchas vueltas, descubrió que el corcho era el material idóneo "por su capacidad aislante, su durabilidad y su poco peso". Tras patentar la idea, Vega ya está inmerso en la fabricación del primer prototipo, para el que necesita hasta 8.000 kilos de hierro y 250 metros cuadrados de planchas de corcho aglomerado. Para poner en práctica sus ideas, tanto Beltrán como Vega han tenido que comprar el material fuera de la provincia, ante la carestía de manufactura. La primera ha adquirido el corcho textil en Barcelona, el segundo recibe las planchas de Amorim.

El problema de trazabilidad impide a Beltrán certificar sus creaciones como productos ecológicos, ya que no puede controlar el origen del corcho. Eladio Sáez conoce bien su problema. Es la tercera generación familiar dedicada a la saca y primer tratamiento del corcho. Ahora, con su firma Cork Spain, ha apostado por llegar hasta el final en la producción y crear tapones. "Puedo venderlo con certificación ecológica porque sé de dónde viene", reconoce Sáez ante una nueva línea empresarial que no está siendo sencilla. "Estoy intentando abrir mercado, y cuesta. No es nada fácil llegar a la bodega", reconoce.

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