lunes, 10 de abril de 2017

Juan José Téllez homenajea a Vázquez de Sola en la Casa de la Memoria La Sauceda: "Su memoria histórica debiera ser la nuestra"

Vázquez de Sola obsequiado en el acto de homenaje con una
placa con el poema de Miguel Hernández "Para la libertad".
El periodista y escritor Juan José Téllez aunque no pudo asistir al acto de homenaje a Vázquez de Sola en la Casa de la Memoria La Sauceda de Jimena el  pasado sábado, sí envió un escrito que leyó en su nombre el  periodista Juan León Moriche:
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EN UNA OCASIÓN le dijo a Teófila Martínez: “Mira que me caes bien, pero tu propio nombre nos distancia. Tú eres Teófila y yo soy Teófobo”.


En verdad, en verdad os digo, que sus palabras aún las carga el diablo. Pintaba monigotes contra las estatuas ecuestres. Disparaba humor contra los tiros de gracia. Escapó de las llamas de una dictadura infame para caer en las brasas de una democracia corrupta. Y ahí sigue, vivito y rebelando, Andrés Vázquez de Sola, tan rojo como tricolor, aunque en estos días negros de tarjetas black y pies de guerra en cualquier parte continúa siendo tan blanco como su hija paloma, como las de Picasso o como su maestro Rabanito al que su apellido le costó un pelotón de ejecución en San Roque.

Un viaje a Renania del Norte me impide acompañaros en Jimena de la Frontera, con quien tanto quiero, para presentar los Trazos de una Vida, esa película documental en la que tuve el privilegio de pregonar los vicios que son virtudes y las virtudes que son vicios de Andrés Vázquez de Sola; sanroqueño de Granada, andaluz de París, gaditano del Campo de Gibraltar, cuya nación fue errante cuando Franco le obligó a ser patriota y a irse de allí, pero que sigue siendo nómada porque, como cantara Luis Eduardo Aute, el pensamiento no puede tomar asiento.

Resulta complicado reducir a este caricaturista entre las cuatro paredes de una caricatura. ¿Con cuál nos quedamos, con aquel joven crecido en un malpaís de posguerra, con el que empezó a abrirse paso en las revistas de la época, desde La Codorniz a Don José, el que debutó con pinceles en la Televisión Española del Paseo de la Habana y las galas del sábado noche? O, mejor aún, tal vez tendríamos que elegir al que huyó de todo ello, que podría haberle dado dinero y fama pero quizá hubiera tenido, en ese caso, que exiliarse de sí mismo en lugar de escapar a pie, desde la Puerta del Sol a Teruel, de aquella corrida franquista que sigue poniendo banderillas a todos quienes se atreven a denunciarla porque cuarenta años después de morir el perro, sigue sin acabarse su rabia.

Algunos preferirán, sin duda, evocar al Andrés Vázquez de Sola doblemente marxista, de don Carlos y de don Groucho, al que durmió como un clochard bajo los puentes del Sena antes de compartir cama, en el mejor sentido de la palabra, con Gabriel García Márquez. Fue obrero de andamio e ingeniero del verso, como quería Celaya, estrella de Le Canard Enchainé aunque el prefería encadenar los patos del fascismo. Llegó a ser candidato al Senado por su Partido Comunista, pero tuvo el buen gusto de no resultar elegido, aunque sigue siendo castrista de Angelica, su auténtica y definitiva revolución permanente.

A Francisco Ayala, cuando le preguntaban cómo había llegado a ser centenario, solía responder: “Tenga usted en cuenta que nunca he hecho deporte”. Si se lo preguntasen a Andrés Vázquez de Sola, que va camino de esa edad, tendría que contestar: “Tenga usted en cuenta que nunca me he puesto de rodillas”.

Su memoria histórica debiera ser la nuestra.

Juan José Téllez.
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