martes, 21 de enero de 2014

"La alarmante escasez de líderes", por José Antonio Hernández Guerrero

Efectivamente, no le faltan poderosas razones a Felipe González para afirmar, de manera categórica, que, en la actualidad, escasean los líderes. Es cierto que, en los diferentes ámbitos y niveles de la política, abundan los eficientes dirigentes; en la enseñanza, competentes profesores; en el periodismo, agudos redactores; en los negocios, sagaces empresarios y, en la Iglesia, piadosos sacerdotes, pero también es verdad que echamos de menos a esos seres humanos que, como por ejemplo, Martin Luther King, Nelson Mandela, Vicente Ferrer, la Madre Teresa de Calcuta o, en la actualidad, Francisco, sean capaces de devolvernos fundadas esperanzas y de abrirnos nuevos horizontes a tantos ciudadanos pertenecientes a esta sociedad desencantada y en ruinas.
¿Dónde reside –me preguntan Juan, Luisa y Carmen- el fundamento de ese atractivo carismático de estos conciudadanos tan diferentes en cualidades personales, tan distintos en ideologías políticas y tan diversos en comportamientos profesionales? En mi opinión, el denominador común reside en su decisión por “apostar” por los desheredados de la Tierra, por la escoria del mundo, por los desahuciados, no sólo para consolarlos, sino también para elevarlos social y culturalmente, para despertar en ellos la fuerza de su dignidad como personas, para que defiendan sus derechos y para que desarrollen su espíritu crítico.

Ésta es la clave –a mi juicio- del atractivo generalizado que ellos despiertan y el secreto de la revolución cultural, social y económica que ni los políticos, ni los intelectuales, ni los economistas son capaces de efectuar. Hemos de reconocer que estos comportamientos –verdaderamente humanos- definen unos modelos teóricos y unas sendas prácticas totalmente opuestas a las que inspiran las recetas de sacrificios y de recortes a los más débiles, y que estos ejemplos dibujan unas “ideologías” que, apoyadas en los valores de la dignidad, de la justicia, de la solidaridad y –digámoslo sin miedo- del amor, son incompatibles con esa cizaña maligna tan extendida como la corrupción de políticos y de banqueros.

Aunque es cierto que estas ideas y estas prácticas pueden generar serios temores a algunos poderosos, también estoy convencido de que sólo de esta manera será posible crear esperanzas en la mayoría de los ciudadanos y sacar a la sociedad de ese peligroso y mortal anquilosamiento. Necesitamos, efectivamente, líderes mundiales y locales que, viviendo humildemente los valores universales en cualquiera de las profesiones, cargos u oficios, nos sirvan de referencias vitales.
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 *** Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
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Imagen vista en http://www.elenamoreno.net

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