viernes, 30 de marzo de 2012

"Ideas, ideales e ideologías", por José Antonio Hernández Guerrero

Si es cierto que las pasiones –las bajas y las altas- pueden generar atroces fechorías, también es verdad que la aparente ausencia de emociones explica, a veces, unos crímenes horrendos. Según el ministro de Interior francés, el autor de los asesinatos cometidos en un colegio judío de Toulouse es “un hombre muy frío y, por lo tanto, muy cruel”. Esta afirmación que, a primera vista, puede parecernos paradójica, contradice las conclusiones a las que, recientemente, han llegado las Ciencias Neurológicas: que las ideas, por muy abstractas que aparenten ser, siempre envuelven hondas y arriesgadas emociones que impulsan unos comportamientos que pueden desembocar en asesinatos y en suicidios.
Estos estudios han demostrado cómo las ideas que constituyen el fondo de las diferentes ideologías están íntimamente asociadas a sentimientos y a pasiones que, dependientes de experiencias anteriores, transforman los conceptos fríos en ardorosas, firmes y, a veces, destructivas convicciones. Aquí reside la base del fenómeno que los especialistas denominan fuerza “connotativa” de las imágenes y de las palabras, y ésta es una de las claves que explican las opuestas maneras de interpretar una misma realidad y las diferentes formas de reaccionar ante idénticos episodios. “No comprendo cómo ese señor, que es tan inteligente y que está tan bien informado –me decía ayer un compañero de Universidad refiriéndose a otro colega- es miembro de un partido político que defiende ideas tan equivocadas”.
Espero que los especialistas del cerebro expliquen con claridad a este colega y amigo cómo la cultura, el arte, la conciencia, la cognición, la memoria, el aprendizaje, los lenguajes artísticos y los procedimientos persuasivos modifican nuestra percepción de nosotros mismos y nos proporcionan nuevas claves para interpretar los comportamientos sociales e, incluso, para orientar de manera adecuada o inadecuada el progreso humano. Opino, sin embargo, que, para alcanzar un saludable y esperanzador humanismo moderno, es inevitable que los conocimientos se apoyen en una sólida base ética fundada en los elementales derechos y deberes humanos. Sólo de esta manera las ideas nobles germinarán en proyectos humanamente esperanzadores: mientras que a la búsqueda de verdades no se una el cultivo de otros valores como el respeto, la concordia, la solidaridad y el amor, las luchas ideológicas -determinadas todas ellas por hondas convicciones político-religiosas- seguirán siendo torrenciales fuentes de desenfrenados y de enconados odios. Durante la desagradable campaña electoral que acabamos de sufrir me han seguido resonando aquellas palabras de Mariano Peñalver, “lo único y lo absoluto conducen inevitablemente a la mortal violencia”.
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 *** Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
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