jueves, 22 de octubre de 2020

"Día doce", por David Romero Pacheco

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David Romero Pacheco ha publicado este relato en la sección de narrativa del núm. 42 de la revista del Club de Letras de la Universidad de Cádiz SPECULUM, que se publica en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, dirigida por el profesor José Antonio Hernández Guerrero.

“DÍA DOCE”

Veinte horas. Cierro los ojos al tiempo que vuelve el aguacero de aplausos. Espero impaciente el fin de aquel jolgorio. Necesitaba estar concentrado para cumplir mi misión. Desde mi asiento observo la calle. Silencio. En el ambiente se posaba aquella extraña quietud interrumpida solo por la música de los pájaros. La presencia humana continuaba patente en su ausencia. Siento la sensación de mirar una obra vacía mientras sombras en las ventanas contemplan a su mundo deshabitado. Sorprendido de la nueva resolución, escruto los detalles de una calle peatonal que discurre bajo plátanos de sombra. Debía ser paciente. Alguien abandonaría su encierro, y bajo cualquier pretexto, saldría, arriesgándose y arriesgándonos. Un caballo de Troya que, aún bajo el síntoma de su ignorancia, podría propagar el virus. Gracias al zum de mi mira alcanzaba a escrutar incluso los asientos ocultos tras la penumbra del atardecer de los árboles. Dejo de respirar para no contagiar de nervios la nitidez de la imagen. Cualquier objetivo, a más distancia y menos visibilidad, valdría más puntos. A lo lejos distingo algo. Aumento y ahí viene. Con el rozamiento de una postura encorvada que hablaba de su miedo, una silueta femenina se aproxima. Distingo que lleva guantes y mascarilla, y que es bonita, desconcertándome. Respiro hondo para calmar mi respiración, pero tambores gigantes golpean mis sienes. No podía equivocarme. Descarto que fuera sanitaria o que vistiera uniforme de trabajo antes de apretar el gatillo. Segundos tras desplomarse inerte, compruebo que mis puntos ascienden en la pantalla. Suspiro y pulso pausa antes de soltar el arma e ir a buscar una bebida descafeinada y sin burbujas. Aquel juego me secaba la boca, y como prevención, debíamos beber cada veinte minutos para humedecernos la garganta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Amigo David, como ves la gente de por aquí solo comentamos de politica y de Covid 19, pero yo voy a hacer un inciso para agradecer a los colaboradores literarios (no "politecarios"), el que de vez en cuando nos alimenten el intelecto con ricas vitaminas de preciada letra, y que nos entretengan de tanta monserga y de tanto coronavirus maliciosos ¡Qué pechá, Dios mio! Ya ni con las videoconsolas se puede uno entretener, si se malintencionan o no se llega bien a vislumbrar el fin, como en este inédito relato. Un fin inesperado y entretenido que da pensar ¡Menos mal que era un juego, y menos mal que el blanco -blanca paloma-, era guapa hasta con mascarilla!
Felicidades.
Firma: "Con pocas palabras basta"