lunes, 6 de junio de 2016

Claves del bienestar: "Pretérito perfecto", por José Antonio Hernández Guerrero

Los mitos del "pasado rosa" o de la "edad de oro" explican la convicción generalizada de que, en una época anterior, los hombres eran felices. Los antropólogos recuerdan cómo el "paraíso terrenal" constituye el punto de partida de múltiples leyendas religiosas que proporcionan cuerpo a profundas convicciones arraigadas en nuestra conciencia individual y en el inconsciente colectivo desde tiempos inmemoriales. En la actualidad es frecuente que, refiriéndonos a la economía, por ejemplo, recordemos con añoranza el bienestar del pasado. ¡Qué tiempos aquellos -afirman algunos- en los que una opípara comida costaba cinco pesetas y un par de zapatos, diez pesetas! Cuando oímos hablar de estos precios creemos que estamos soñando, sobre todo, si inconscientemente hacemos los cálculos a partir de los ingresos actuales.


Esta inofensiva evasión al pasado es un lugar común en los textos literarios pobres y en los discursos políticos demagógicos. A veces constituye el objeto de comentarios radiofónicos y la materia de entrevistas televisivas. Ayer mismo escuché las siguientes palabras: "Si nuestros antepasados pudieran volver a la tierra y compartir una de nuestras comidas, se sentirían completamente decepcionados. Las restricciones, la agitación de la vida moderna y el continuo aumento del coste de los alimentos de primera necesidad han reducido nuestros estómagos y han hecho inasequibles e insoportables las comilonas de nuestros abuelos”.

Aunque comprendo la "añoranza" -la tristeza causada por la imposibilidad de regresar al tiempo vivido- y acepto la "morriña" del terruño, del hogar paterno, de los juegos, de los olores y de los sabores de la niñez, reconozco que, sin tratar de definir el concepto cambiante y subjetivo de "felicidad", las condiciones materiales de la existencia humana, en la mayoría de las clases sociales, han mejorado. "Cualquier tiempo pasado no fue mejor".     

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cualquier tiempo pasado nos parece mejor.

No, no debiera ser así
y a pesar de tantos frenos,
de tantas y tantas trabas,
el hombre como la vida
avanza, crece y evoluciona
también lo material por supuesto.
En las mismas circunstancias
el presente es sin duda alguna
mucho mejor que el pasado
por mal que en la actualidad
nos pudiera ir en la vida.
Sólo hay un breve espacio,
que es el de la niñez,
que casi siempre es mejor
que lo que venga después
ya que, de niño no hay maldad
(la inocencia que le llaman)
no hay ni intereses ni deseos
de los que dicen prohibidos
y mucho menos de sexo,
todo es limpio blanco y puro.
Cualquier acción de un infante
sea o no sea reprobable
al carecer de malicia
no suele haber a Dios Gracia
ningún sentimiento de culpa,
por lo tanto, es el período
de mayor felicidad y dicha
de la vida de todo hombre.
En pasado ese período,
la conciencia se desarrolla
y ya no todas las acciones
la consideramos neutra
ni mucho menos todas buenas.
Las no buenas o no perfectas,
el recuerdo las almacenas,
afloran de vez en cuando
y al comparar el presente
con el pretérito no tan perfecto
puede que el pasado, pese algo
y pierda en la evaluación
algunos puntos o décimas.
Creo que cualquier acción u omisión
cometida en el pasado
no debiera de condicionar
ni el presente ni el futuro
ya que los hechos del pasado
no debieran ser juzgados
con la conciencia actual
porque cuando se cometieron
la conciencia era otra, era distinta.
La conciencia como todo,
también crece y evoluciona
la actual no es la de entonces
y la de entonces, no es la de ahora.
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06.06.16
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Antonio. -El niño del Corchado-