lunes, 7 de noviembre de 2016

"De Jimena a Castellar para ver mi primera novillada", por Ignacio Trillo

Un año antes de la grave catástrofe taurina a la que asistí, sucedida en mi pueblo natal, Jimena de la Frontera, el jueves diecisiete de agosto de 1961, que se saldó con el hundimiento de la plaza de toros portátil instalada en el antiguo campo de fútbol, “El Cañaveral”, presentando el trágico balance de cinco fallecidos y cerca de un millar de heridos, presencié mi primera novillada teniendo nueve años.

Fue el lunes ocho de agosto de 1960 y aconteció en el municipio colindante de Castellar de la Frontera. Eran tiempos en que, ajeno a la sensibilidad hoy existente sobre la protección al menor y contra el maltrato animal, los espectáculos taurinos eran aptos para todos los públicos sin limitaciones de edades, por más tempranas que fueran las de parte del público como fue mi caso que se sentaba en los tendidos acompañados por familiares o amistades.


Asimismo, la enorme afición que reinaba en aquel tiempo a este tipo de eventos movían a cantidades de personas apenas comenzaba su calendario  anual. Coincidía con anterioridad a la llegada de la estación de calor, en época además en que escaseaban las alternativas de ocio para emplear el lento transcurrir del reloj, mucho más pausado que los revolucionados y estresantes de hoy en día. Así pues, un trasiego continuo de gentío de un pueblo a otro independientemente de los escasos medios de transportes con que se contaban, era lo que se imponía, siempre que el bolsillo además lo permitiera, hecho nada fácil para la mayoría de la población en un periodo de tanta penuria económica como la que aún se atravesaba.

La novillada de este relato se celebró en el interior de la fortaleza del castillo; cabeza del municipio de señorío y latifundio que entonces contaba con una población de dos mil personas, repartidos entre sus tres núcleos a la razón: El Castillo (1000), La Almoraima (800) y su Estación (200), y junto al de Jimena, ambos lindantes y antaño fronterizos formando parte del antiguo reino nazarí de Granada, los dos únicos, de los siete que constituyen la comarca del Campo de Gibraltar, sin límites con el mar.
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