viernes, 19 de febrero de 2016

"No son nuevos los romanos ni las leyendas del Castillo de Jimena", por Cristóbal Moreno El Pipeta

Fotos de Pepe Quirós.
En este artículo, para continuar con la saga de historias, leyendas y cuentos relacionadas con el castillo de Jimena de la Frontera, primero se hará un poco de historia que nos refresque la memoria. Después se finalizará con algunas de esas leyendas y cuentos de mi abuela María y mi tía abuela Antonia González Navarro, algunas publicadas en Leyendas y cuentos de encantamientos, recogidos juntos al Estrecho de Gibraltar 2ª edición de Juan Ignacio Pérez y de Ana María Martínez. Es lógico, como suele ocurrir, que existan claras diferencias en los relatos de una hermana a otra y con otros relatantes, como ocurre en las versiones escritas que se traspasan a través del tiempo, u orales -de una boca a otra-.
  

    Independientemente de las investigaciones arqueológicas y la de los historiadores, que se suponen veraces, hemos de tener en cuenta también (por lo que pueden llevar de verdad) la historia viva de la voz (de boca en boca).  Leemos lo escrito del Castillo de Jimena (Buceite.com y Tío Jimeno) sobre hallazgos de restos arqueológicos y creemos entender que los vecinos desconocen por completo su historia antigua; y que, los romanos fueron los primeros constructores y residentes fuera y dentro de las murallas del castillo, cuando, necesariamente, no tiene por que ser así, aunque haya muchas lagunas en la historia. El pueblo de Jimena de la Frontera, de voz en voz, de familia a familia, ha ido heredando y perdiendo, desde los primeros orígenes, y desde la construcción de la fortaleza, lenguas, historias, costumbres de los diferentes pobladores, sus cantes y también sus leyendas.
   
    Por eso, para que se puedan ubicar las historias, leyendas y cuentos en sus correspondientes épocas y fechas más aproximada, se hace un resumen histórico comenzando en las primeras noticias evidenciales y escritas de las que se tienen noticias.

    RESUMEN HISTÓRICO DE EVIDENCIAS.
   
Existencia de asentamientos humanos que se remontan al Paleolítico.

La zona del castillo denota una ocupación entre los siglos V-III a.C., dentro del horizonte turdetano.
En el siglo I a.C., presencia de monedas libio-fenicias bilingües con el topónimo latino de OBA y el mismo nombre en el alfabeto libio-fenicio, fechadas entre el 47-44 a.C.
Siglo III-II a.C., llegada de los romanos y conquista de España.

Tras la caída del imperio romano, siglo II-IV d.C., el emplazamiento sirvió de puesto defensivo y de vigilancia del Estrecho para los visigodos, que la perderán para pasar a manos bizantinas en el siglo VI.
Siglo VII llegada de los musulmanes. Los conquistadores árabes llevan a cabo una serie de actuaciones para reforzar el enclave.

Siglo XII, con el dominio almohade sevillano se transforma la torre del homenaje, la torre albarrana, la puerta de acceso y la ejecución de nuevos aljibes. En este momento es cuando el castillo adquiere una importancia militar.

En 1.293 aparece Xemina islámica y su castillo en textos escritos, siendo sultán merinita Abu Yacub, que entrega al rey nazarí de Granada una serie de territorios en los que se incluye Jimena.
En 1.431, es reconquistada por los cristianos, volviendo, en 1.451 a caer de nuevo en manos musulmanas y ya en 1.456 vuelve a los cristianos en forma definitiva.
Desde entonces la población ocupa la ladera Norte del promontorio.
En 1.811, la fortaleza se restaura y es acondicionada durante la Guerra de la Independencia.
-

IMPORTANCIA DE LOS TRABAJOS ARQUEOLÓGICOS


    De ahí la importancia de los trabajos arqueológicos que se vienen desarrollando y la necesaria continuación de los mismos en beneficio de la historia de la población y castillo de Jimena de la Frontera, ampliable a todo su término municipal con tanta historia enterrada: solo los trabajos de arqueología rellenarían los huecos existentes en las capas o escalones de la historia, y de las dudas sobre tantas cosas ocultas o cubiertas de piedras, polvo y/o tierra.  Esto aclararía y despejaría lo superfluo de las leyendas; dejando  los cuentos como necesarios para ampliar la imaginación de nuestros niños.

    Lástima que, durante la invasión francesa se perdió mucho patrimonio histórico relativo a la población, entre ellos la pérdida de los archivos históricos y municipales. Qué pena, el fuego se  comió todo lo escrito y archivado, pues es raro que no aparezca nada de ellos en la propia Francia, o por adquisición  en el resto de Europa o en otro lugar del mundo, pero..., ¿quién haría desaparecer todos aquellos utensilios, u otros objetos de identidad que enriquecía la historia del pueblo?: ¿los avatares?, si, seguro, los avatares y acontecimientos que ocurren a través de los tiempos, pero siempre ampliado por las interesadas manos de algunos hombres.

    El pueblo sabe que el castillo, desde sus principios ha sido reconstruido en varias ocasiones por distintas civilizaciones que de él se aprovecharon. Fenicios o romanos lo construyeron, los árabes solo lo reconstruyeron, incluso las aljibes; posteriormente ha seguido, como ahora, siendo reconstruído.  Desde muy antiguo existen leyendas, canciones y vestigios bastante que así lo atestiguan.
   
    Como vestigios, muchos bloques de piedras con leyendas en latín que corresponden a los tiempos de los romanos. Infinidad de ellos expoliados y exportados. Y otros muchos: y pilares, deben de persistir formando parte de los muros de casas antiguas de la vecindad. E incluso formando parte en el arco principal de entrada al castillo y de los muros de la Iglesia gótica de la Misericordia, que en los extramuros, está muy próxima al castillo. Vestigios prerromanos  y, a falta de construcciones, están las monedas fenicias de Oba, conocidas por sus acuñaciones en alfabeto libio-fenicio, también en el castillo aparecen epígrafes con la “res publica Obensis”.

    Todos estos acontecimientos, fueron creando durante tiempos pasados, como decíamos antes, infinidad de historias, leyendas y cuentos, llegados hasta nuestros días y que, la televisión principalmente, acabó con las bonitas e instructivas costumbres de, sentados a la lumbre, fuera y dentro de las moradas, deleitaba a pequeños y mayores por boca de padres, abuelos u otros relatantes.

        UNA HISTORIA ESCRITA DE MANO EN MANO QUE PUDE LEER

    Prueba de historias antiguas escritas que pasaban de familia a familia y que me cabe la satisfacción de haber leído y transcrito a máquina desde un manuscrito, propiedad entonces (en 1.967) de la familia Carrión y dimanante de sus antecesores, es la que cuenta como Marco Antonio (no recuerdo si también Cleopatra) habían estado y pernoctado con toda su hueste en el susodicho castillo en ocasión de uno de sus viajes a Egipto, tras atravesar el Estrecho de Gibraltar -hacia una u otra orilla- en un trirremes romano.

LEYENDAS:

    Parece ser que por muchos rincones de España hay muchas versiones de la leyenda: “LA CABEZA DEL TORO”.
    En Jimena de la Frontera tenemos dos versiones que difieren, al menos en sus comienzos:

    1.- Versión del vecino Lorenzo García Domínguez, según Leyendas y cuentos de encantamientos, recogidos juntos al Estrecho de Gibraltar 2ª edición de Juan Ignacio Pérez y de Ana María Martínez: 

 “En la Pilita la Reina [enclave de la Sierra del Aljibe] había una piedra con forma de cabeza de toro a donde todo el mundo se acercaba para buscar un tesoro. Al lado habían puesto un letrero bien grande que decía: EN FRENTE DE LA CABEZA DEL TORO ESTÁ EL TESORO. Pues, claro, todos iban enfrente cargados con espiochas y barras para excavar zanjas y ver qué es lo que podían sacar. Después de tanto tiempo había unas zanjas tan hondas que ni aquellas sepulturas...? que tú te montas encima de otro y no se ve. Pero de allí nadie sacaba nada. Y ahora, pues de los muchos que llegaban hasta allí vino uno que estaba medio tonto y bajó solo a la zanja a cavar. Estuvo todo el día cavando hasta que al final cogió un porro de hierro y dijo: “Ya esto se va a acabar, esto de que enfrente de la cabeza del toro está el tesoro se va a acabar”. Y con las mismas le pegó en la cabeza a aquel toro de piedra con el porro y empezaron a salir joyas y monedas. Y es que el tesoro estaba allí metido, en frente, en la frente del toro estaba el tesoro. Pero la gente iba a cavar enfrente de la piedra y nunca pensaron que estaba en la frente del toro. Esto pasó hace muchos años, tantos que ninguno de los que estamos aquí habíamos nacido, ni los que están muertos habían pensado en nacer. Y pasó en verdad allá en la Pilita la Reina. Hay cosas que son mentiras, pero esta no. “
   
  

  

2.- De María González Navarro, también vecina de Jimena de la Frontera:

    “Después de que los romanos fueran vencidos y se marcharan de España, abandonando el castillo de Jimena de la Frontera; y ya en tiempo de los árabes, vivía allí un latino llamado “Mourena”, de donde procede el apellido Moreno, que siempre le contaba a sus hijos y nietos la misma historia: “sus abuelos, quienes conocían la historia de sus antepasados, y éstos a la vez de los suyos, hasta llegar a él, le habían contado que en los muros del arco de la puerta de entrada al castillo, había una piedra en la que estaba tallada la cabeza de un toro. Al lado, otra piedra con letras romanas que decía:

“ENFRENTE DE LA FRENTE DEL TORO ESTÁ EL TESORO”. Era una pista dada por el jefe romano que mandaba allí, con el objeto de casar a su hija con el más inteligente de toda la zona. Por eso había escondido en lugar desconocido, una inmensa fortuna en joyas y piedras preciosas, y el que la encontrara con esos datos, sería el afortunado al que daría la mano de su amada hija.

    Que desde entonces nadie lo había encontrado. Todos buscaban en la dirección que marcaba la frente del toro, esto es, por los cerros de la Loma del Sapo y sus alrededores hasta la falda del monte, y no habían parado de buscar cavando agujeros por todos aquellos cerros sin que nadie hubiese sido capaz de encontrarlo. Ya habían llegado a creer que era una falsa leyenda y no existía tal tesoro.

    Un día, un jovenzuelo del lugar, que vivía a orillas del río “Arus”, allá donde terminaba el monte y comenzaba la campiña, cansado de guardar cabras, decidió dedicarse de lleno a encontrar el famoso tesoro y, como tantos otros, empezó a cavar desde lo alto de los cerros acercándose cada vez más a los muros del castillo de Jimena. Después de muchos años llegó haciendo agujeros hasta las derruídas murallas del abandonado castillo sin resultado alguno.

    Un día de verano, al mediodía, muy cansado de cavar, se durmió a la sombra de una higuera y soñó que se le aparecía el Cristo de los cristianos, aquél que decían era el hijo de Dios y que se llamaba Jesucristo. Se le apareció clavado en la cruz, su cabeza recta miraba hacia arriba y de sus ojos salían dos rayos de sol que llegaban a perderse tras la piedra atravesando la frente del toro.

    Cuando despertó se dio cuenta de que había sido un sueño, pero que ese sueño le indicaba algo y entonces quiso saber que habría detrás de aquella piedra que tenía gravada la cabeza de un toro. Para eso eso se hizo con una escalera, que al finalizar escondía,  y comenzó a ir todas las mañanas muy temprano, antes que el pueblo despertara. Con una fina y larga aguja iba limpiando y agrandando algo más las juntas de la piedra con las de su alrededor. Después, cuando ya la gente del pueblo comenzaba a levantarse, seguía cavando donde le parecía, así nadie sospechaba nada acostumbrados a verle cavar, teniendo que aguantar las continuas bromas y cachondeo de sus paisanos “¡Anda Mourena! ¿Buscas el tesoro o es..., para que se te ponga la cara morena?”.

    Tardó un mes en dejar limpia la llaga de la piedra en todo el rectángulo de la misma y cogiendo un porro de hierro comenzó a golpear dicha piedra en el centro. Como la piedra era arenisca tardó poco en romperla e ir sacándola a trozos. Cuando ya la tenía toda rota y extraída del hueco, se dio cuenta de que allí no había nada y que por detrás comenzaba la parte trasera de la otra piedra contrapuesta del muro, quedando desilusionado.

     Para que nadie pudiera regañarle pensó en rellenar el hueco aunque fuera con piedras sueltas y al ir a poner una se dio cuenta de que dentro, en el fondo del cuadrado agujero había tierra y por delante piedra. Es decir que la piedra que estaba debajo del agujero de la que había quitado era más delgada, y, entre ésta y la de atrás, había tierra. Se puso a extraerla rascándola con un cuchillo y metiendo la mano la tiraba al exterior, dándose cuenta que para que el agujero fuera más ancho la piedra de atrás también la habían dejado más delgada. Poca tierra tuvo que sacar pues solo tenía un grosor de unos dos dedos. Bajo la tierra una fina lámina de arcilla cocida, como una losa plana del grosor de una teja, había impedido que la tierra bajase más en el agujero. De un golpe con un ripio de piedra rompió la delgada losa y sacó los trozos. Debajo una tela de gamuza, y tras quitarla lo primero que sacó fue un puñado de denarios de plata y después otro puñado de denarios de oro. El corazón le latía tan de prisa que parecía se le iba a salir del pecho. Del zurrón que siempre llevaba consigo sacó la torta de maíz con la que se alimentaba y la tapada jarra de agua, y rápidamente, antes de que se hiciera de día y la gente saliera de sus casas para ir a trabajar, fue sacando todas las monedas y guardándolas en él. Más asombrado quedó cuando metiendo la mano otra vez sacaba pulseras de oro de varios tamaños, collares de perlas, pendientes y anillos de plata y otros con piedras preciosas; diademas, esmeraldas sueltas, rubís, diamantes, y muchas otras joyas sacó de allí hasta no quedar absolutamente nada dentro del hueco dejado por la piedra.

    Poco después la gente pudo observar que “El Mourena”, como le apodaban al joven, había dejado de buscar. Otros se dieron cuenta de que en el muro del arco faltaba un bloque de piedra que había sido extraído de a unos dos metros de altura de la fachada del referido arco de entrada en el muro del castillo; y que los trozos estaban esparcidos por el margen derecho de la calzada de piedra. El hueco estaba relleno de “matacanes” de piedra.

    Sobre el tema hubo infinidad de comentarios, que fueron acallados por lo explicado por el alcaide del castillo: “que El Mourena” en su delirio de buscar un tesoro que era una leyenda, después de varios años agujereando las lomas y cerros cercanos con una paciencia digna de un chiflado, no tuvo otra ocurrencia que romper la piedra del arco de entrada que era patrimonio cultural del municipio y que, al verse descubierto cuando iba a romper el otro bloque cercano esculpido con letras romanas talladas supuestamente diciendo lo de la cabeza del toro, salió huyendo con su zurrón calle abajo, quitándose de en medio por temor a las autoridades y a represalias de los vecinos; y que no había sido hallado; corriendo el rumor de que le habían visto subir a un barco pesquero de Gibraltar que iba hacia a las Islas Canarias; sin que hasta el día de la fecha haya aparecido o se sepa de su destino. Se ruega a los vecinos que si alguno tuviera noticias de él, lo pusiera inmediatamente en conocimiento del que suscribe (El Alcaide) o sus agentes decían los panfletos clavados a las puertas del castillo.

    Esto no es una leyenda, esto es verdad, y si alguien quiere comprobarlo solo tiene que fijarse como en las piedras que hay a la derecha del arco de la puerta de entrada al castillo, según se sube, podrá ver como hay una que denota su diferencia con las demás, por haber sido colocada allí para tapar el hueco dejado por la piedra original que fue rota por “Mourena” en su busca del tesoro.


                            OTRA DE LAS ALJIBES

    Ya en nuestra era, entrado el año 1.900, de la calle Sol en Jimena de la Frontera, se perdió una niña de tres añitos más o menos. Todos los vecinos comenzaron a buscarle, y ya con el sol traspuesto -contaban- el “Folloyo y un Berlanga”, vecinos de dicha calle que habían subido hasta el castillo, al mirar dentro de una honda aljibe de la que salía un resplandor, pudieron ver a la niña en el interior que gritaba: “¡Mira, mira..., quiero ir con la muñeca que me llama!”; decía, señalando hacia la pared del fondo de la aljibe, de donde salía el resplandor que se apagó en ese mismo instante. Tuvieron que buscar una escalera para poder bajar y subir a la niña hasta arriba, ya que era la única forma de bajar hasta el suelo de la aljibe sin riesgos. Mientras bajaban, la criaturita seguía llamando a la muñeca mirando hacia la pared del fondo Norte. La niña, mientras que la subían, pataleaba llorando y continuaba diciendo que quería irse con la muñeca.
    Nadie se pudo explicar como la niña había entrado en la vacía aljibe sin hacerse siquiera ni un rasguño.
    Esa historia es real y pueden investigarla.

                                                             ----ooo---

1 comentario:

Anónimo dijo...

.
Ese Castillo milenario
Con tanta historia, leyendas y cuentos
Es para mí un lugar casi sagrado
Allí estuvo mi progenitor
Algunos años en un nicho enterrado
Y como acogió en su interior sus restos
Lo llevo en humilde corazón gravado.
.
13.04.16
.
Antonio. –El niño del Corchado-