sábado, 11 de enero de 2020

“Juego de espejos”, por David Romero Pacheco

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David Romero Pacheco ha publicado este relato en la sección de narrativa del núm. 38 de la revista del Club de Letras de la Universidad de Cádiz SPECULUM, que se publica en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, y dirige el profesor José Antonio Hernández Guerrero.
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JUEGO DE ESPEJOS

Amanece y Montevideo se difumina bajo un lienzo mojado de gris. Observo el espejo sobre la pared, me gusta su marco de palitos entrelazados y el desgaste de su tiempo. No entendía por qué ella había empezado a odiarlo, con el tiempo le pasa con las cosas, y con algunas personas. Es mediodía y el sol sigue entreverado de aquel cielo deslucido. Volvemos de la feria de Tristán Narvaja cargados de un espejo vintage y de algo de frío. Lo encontramos en un puesto, entre retratos, relojes de cuerda y cerámicas inglesas. Pensaba en las historias reencarnadas en esos objetos cuando un destello nos deslumbró, el dorado de su marco nos devolvía un poco del sol ausente. Anochece y sigue todo húmedo y mojado y una tinta negra más espesa reemplaza la luminosidad grisácea por simple oscuridad. Hace dos días que habíamos colgado el espejo dorado en el dormitorio, y aunque ella quiso tirar el viejo, lo escondí tras la librería. Mientras cocinábamos oímos el revuelo de nuestros dos gatitos. No pude evitar imaginar qué romperían. Cuando me cansé de gritarles, solté el cuchillo y fui hacia el dormitorio. Al cruzar el salón vi a la gatita frente a la estufa mirándome con ojos muy abiertos. Perturbado, abrí la puerta del dormitorio sin entender cómo el gato podía causar aquel ruido. Sentí frío al encontrarlo en el borde de la cama, quieto y atento al espejo. Las líneas de sus ojos parecían enfocar más atrás de la propia superficie. Giré el cuello forzando mi voluntad y me distinguí observándome a mí mismo, desde adentro, examinándome, nítido y desafiante, alumbrado del destello dorado, aún en la oscuridad. Paralizado, la voz de una mujer que pedía en la calle me reanimó. Agarré el espejo sin medir las consecuencias y se lo di por la ventana. Colgué el viejo y volví a la cocina con la sensación de que los palitos de su marco lucían menos desgastados.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Natural, sencillo, ubicado en otra tierra con la maestría cruzada de las palabras, para, finalmente quedarse con la nostalgia de lo antiguo. Contado como un hecho cotidiano, como un significante diario del yo y mis gustos por encima del de los demás. Un relato extendido en una página del mejor de los libros, solo que, le faltan 99 páginas más similares a esta; y no solo podrían ser de relatos, también puede ser de un científico en en las américas o de un sampableño haciendo mundo. Y además es un escritor sin egoísmo y sin envidia, amante de su pueblo y su profesión, para mí un espejo de esos donde reflejarse a gusto con su caballerosidad y nostalgia acuesta. Yo, como tú, tiraría a la basura a lo que se refleja en un espejo lleno de egoísmo, usura, y doble personalidad de ficticio y traicionero amigo con un YO tonto, raro y muy prepotente, de algunos aspirantes a escritores. Ves..., eso son otros tipos de espejos donde tú, doctor, al igual que otros sampableños, no saben ni mirarse debido a su nobleza de espíritu y de alma.
¡Tú sí que vales, David, amigo mío y amigo de este dios naturaleza que nos soporta!.

Agamenon dijo...

Mucha calidad literaria, mucha sensibilidad.
Podría firmarlo el propio Benedetti.
Gracias.
Manuel Mata Pacheco

Anónimo dijo...

Gracias por los comentarios, anónimo y Manuel Mata; siempre es un placer poder compartir con otros lectores y compañeros de escritura parte de nuestros escritos, y, sobre todo si tenemos el placer de recibir a cambio algunas palabras que nos trasmitan una pequeña devolución, una muestra, sobre lo que las personas de afuera de nosotros puedan estar sintiendo al reproducir con su lectura el contenido de lo escrito.

Gracias también a Bernardo, y al bloc, por ofrecernos este espacio.
Un saludo desde el otro lado,

David