miércoles, 4 de diciembre de 2013

"La patrona de Buceite", por Cristóbal Moreno El Pipeta

“HISTORIA DE LAS IGLESIAS DE SAN PABLO DE BUCEITE  II": LA PATRONA DE BUCEITE.
Leer aquí: "Historia de las iglesias de San Pablo de Buceite I"
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*** El próximo domingo se celebra la 1ª Procesión de Santa Leocadia en San Pablo de Buceite -+ info- 

Con motivo de la visita a esta población, del  obispo de la diócesis de Cádiz  Monseñor Rafael Zornoza Boy, con fecha 23 de junio de 2.013, esta página de Buceite, publicó íntegramente la charla que tuve el gusto de dar en nuestra iglesia de San Pedro y San Pablo, bajo el título de “Historia de las iglesias de San Pablo de Buceite”.
Pues bien debido a la premisa del acto, así como a la urgencia del artículo después, olvidé mencionar algo muy importante en el apartado dedicado a la iglesia de Santa Leocadia, y fue precisamente el patronazgo de La Colonia de Buceite; como fue llamada entonces la aldea que dio origen a la actual población de San Pablo de Buceite.
Esto me ha motivado a confeccionar un nuevo artículo que complemente el anterior, dando respuestas a las preguntas que muchos sampableños, y algunos foráneos, me vienen haciendo desde aquel día, así como exponer otros detalles que enriquezcan al primero.

LA COLONIA DE BUCEITE Y SU PATRONA
Como sabemos, comprada la Dehesa de Buceite y otros terrenos, con fecha 20 de diciembre de 1.869, por el marqués de Larios D. MARTÍN LARIOS HERRERO, al entonces XVIII Duque de Medina Sidonia D. JOSÉ JOAQUÍN ÁLVAREZ DE TOLEDO; el primero decide, sin dilación, previa autorización municipal de fecha 12 de abril de 1.872 y posteriores, comenzar a efectuar una serie de trabajos y edificaciones en la referida dehesa “donde el Sr. Marqués está construyendo edificios para una nueva población”.
Pues bien, según la misma información del primer artículo, a dicha población tenían pensado ponerle de nombre Santa Leocadia, y por parte de los señores marqueses se le comenzó a nombrar así. Sin embargo, en principio, entre los trabajadores, y primeros moradores después, siguió pesando más el nombre de la dehesa que el de la Santa, es decir “Buceite”, o bien “La Colonia de Buceite”. El nombre de la dehesa, además, seguía figurando en los documentos que hacía alusión a esta y a cuanto abarcase, ya que, de forma oficial, “Buceite” era el nombre.
No obstante, finalizadas las primeras edificaciones y con ella la capilla o ermita, éstos,  los Larios, para dar más auge al reciente nombre aún no oficial de la población “Santa Leocadia”, deciden traerse desde Gibraltar su inspiración y devoción: la antiquísima efigie de madera policromada de la Santa, que tanto tiempo llevaba en La Roca con su ir y venir, huyendo de las conquistas extranjeras; hasta que nuevamente, conquistado El Peñón la regresaban. Al mismo tiempo deciden, hacerla también, patrona de la aldea o colonia que ellos estaban construyendo, como ya hemos dicho, en “La Dehesa de Buceite”. Además de ponerle a la propia ermita el nombre de la Santa, que con el devenir del tiempo pasó a llamarse, según los visitantes y moradores de la aldea “La Iglesia de Santa Leocadia”.
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LOS ASEDIOS A GIBRALTAR.
Para entender un poco, aunque ya es sabido por la cantidad de información que existe al respecto, los motivos del ir y devenir de la efigie de la Santa, desde la plaza de Gibraltar hasta el resto del territorio español y viceversa, intentaré recordar un poco de historia recopilada sobre los asedios y sitios de Gibraltar.
Gibraltar no paró de ser asediada y sitiada hasta el siglo XVIII. Los asedios a Gibraltar eran constantes. Ya en el año 860 se produjeron los primeros desembarcos, realizados esta vez por normandos. El primer sitio a la Roca fue realizado en el 1.309, durante el reinado de Fernando IV, siendo el sitiador Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, llegándose a reconquistar la fortaleza.  Entre los siglos XIV y XVI fue sitiada en otras nueve ocasiones, unas veces por los castellanos y otras por los moros, incluso llegó a ser sitiada por los turcos.





ORIGEN DEL DOMINIO BRITÁNICO SOBRE GIBRALTAR.
Fueron en total catorce los asedios y sitios que sufrió Gibraltar, los cuatro últimos sitios corresponden al siglo XVIII, todos ellos a consecuencia de la ocupación del Peñón en la Guerra de Sucesión española (1701-1714).
Tres fueron las naciones que en principio se aliaron a la causa del Archiduque Carlos de Austria, pretendiente a la corona española: Inglaterra, Holanda y Portugal. Esta alianza fue contra el Borbón Felipe de Anjou,  que apoyado por Francia era igualmente pretendiente a dicha corona española. Los demás reinos europeos, ante la posibilidad de que España y Francia se unieran en una sola corona, se asociaron en contra de los Borbones.
 51 buques británicos y 10 holandeses, que formaban la flota angloholandesa, al mando del almirante Sir George Rooke, asediaron a la ciudad española de Gibraltar. Dichas fuerzas, unos 10.000 hombres, mandadas por el Príncipe de Hesse-Darmstadt, desembarcaron y se hicieron con el istmo en nombre del Archiduque de Austria. Esto ocurría en el año 1.704.
Las tropas españolas que defendían la plaza de Gibraltar, la formaban unos 70 hombres al mando de Diego de Salinas, a los que se les sumaron unos 400 voluntarios y vecinos armados.  En total, tenían a su disposición 100 piezas de artillería, con solo 6 artilleros preparados para su manipulación y manejo. Esto último, por si solo explicaría la facilidad con la que, los coalicionados se hicieron con el poder total de La Roca. 
 Los angloholandeses propusieron a los gibraltareños permanecer en la ciudad conservando sus bienes, pero de 1.200 familias sólo 22 aceptaron ( De los 7.047 habitantes de la ciudad de Gibraltar, más de 5.000 se establecieron en San Roque, unos 2.000 huyeron a otras ciudades, principalmente a Los Barrios y Algeciras, y sólo 47 permanecieron en el Peñón) El resto (unas 7.000 personas) se marcharon de Gibraltar llevándose consigo la carta de los Reyes Católicos que concedía a Gibraltar su escudo de armas, y la imagen de la patrona local, la Virgen de la Coronada. Estas familias llegaron a la ermita de San Roque y allí se asentaron dando lugar a la localidad de ese nombre. No solo se asentaron allí, pues, como hemos dicho, otras tantas familias ( se dirigieron a Los Barrios y Algeciras.
Los británicos, en contra de lo que estipulaba el Convenio de Lisboa de 1.703, se apropiaron de la plaza. Siendo por tanto ilegal ya que dicho convenio prohibía a las potencias extranjeras aliadas de la Casa de Austria en la Guerra de Sucesión apoderarse para sí de ningún puerto o territorio español, salvo en nombre del Archiduque Carlos de Austria. El Príncipe acepta tal capitulación, y en nombre del Archiduque hace ondear la bandera austriaca. Pero, no estando de acuerdo el almirante Sir George Rooke, derriba dicha bandera y toma posesión de la plaza en nombre de la reina Ana I de Inglaterra.
El 11 de abril de 1.713 se firmó la paz de Utrecht, que el 31 de julio fue ratificada por la reina de Inglaterra y el 4 de agosto por Felipe V.
Independientemente de las reparticiones territoriales que se hicieron, lo único que nos afectó realmente es que Inglaterra se quedaba con Menorca y Gibraltar, según el referido tratado de Utrecht.
Y, pasando del resto de los artículos, no detendremos en el que realmente nos afecta con respecto a la soberanía de Gibraltar, esto es: el artículo 10 del citado tratado, que dispone lo siguiente: “El rey Católico cede a la Corona de Gran Bretaña la propiedad de la ciudad y el castillo de Gibraltar, pero que esto es sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación abierta con la región vecina de tierra, conviniendo su Majestad Británica en que no se permita, por motivo alguno, que judíos y moros habiten ni tengan dominio en la dicha ciudad de Gibraltar, ni que se de entrada ni acogida en su puerto a navíos de guerra de los moros, y en que a los habitantes de la ciudad se les conceda el uso libre de la Religión Católica Romana”.
Y, volviendo a esas 22 familias (unas 47 personas) que aceptaron quedarse en Gibraltar con sus bienes, y por extensión, a los habitantes ilegales de la Roca, ¿saben ustedes porqué se les llama “LLANITOS”?, pues porque se allanaron a la presencia invasora, lo que fue muy mal visto por el resto de las familias que optaron por no hacerlo considerando una traición el vasallaje con el que se “allanaron” a los invasores extranjeros.
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Imagen de Santa Leocacia de Toledo. Año 1880.
LA ALDEA O COLONIA DE BUCEITE Y SANTA LEOCADIA
Como ya he dicho, la intención de los Larios era, que la nueva población que se estaba construyendo se llamase “Santa Leocadia”, y como patrona la misma. Pero una cosa era la intención y otra muy distinta eran las ideas que reinaban por sus cabezas, con respecto al nombre propio de la población (como igualmente ocurriría con Tesorillo).
Ese énfasis del nombre de Santa Leocadia era debido a la intercesión y deseos de D. José Joaquín Álvarez de Toledo, XVIII Duque de Medina Sidonia vendedor de las tierras, guardador y sabedor, por herencia familiar de la existencia en Gibraltar de la susodicha antiquísima efigie de Santa Leocadia, que había sido llevaba allí, algunos siglos antes, por sus antecesores del Ducado de Medina Sidonia.
Por estos motivos, facilitó, a través de contactos políticos gibraltareños adeptos a España, la localización y adquisición de la misma, para su devolución a terreno andaluz, “rogándoles le hicieran capilla a fácil vista del nazareno como “santa cruzada pionera Y VIGILANTE” en contra de todos los invasores sobre tierra española”. De ahí la estrofa número trece del poema: “Y por eso fue oída/ y a Buceite fue traída/ ¡Por el marqués de Larios/ prendado de sus labios!,/ y Santa Leocadia ojeó/ a la capilla y a su nombre/ y a su altar en construcción”.  Se puede decir que al igual que los Medinas Sidonia, los Larios, también quedaron prendado de ella.
Parece ser, que todos los Duques de Medina Sidonia, durante la reconquista la veneraron y solían llevarla consigo a todas las campañas militares, junto a la Virgen de la Coronada, habiendo hecho voto de que: si se reconquistaba España, la dejarían descansar en una ermita no muy lejana del Estrecho.
Fue Juan II de Castilla el primer portador de la referida efigie, quién la recibió a su vez de manos de su esposa María de Aragón, donada por un viejo fraile de la casa real de Enrique II de Castilla. Éste rey a su vez, la entregó como protectora al I Duque de Medina Sidonia Juan Alonso Pérez de Guzmán y Suárez de Figueroa. De ahí el tener el poema 20 estrofas, una por cada siglo en que la santa vivió con los Medina Sidonias. Desde el I Duque (1445/1468) hasta el XX Duque D. Joaquín Álvaro de Toledo y Caro (1915/1955). El autor del poema, anónimo, hubo de hacerlo o continuarlo (desde mi punto de vista) poco después de ser quemada la efigie, es decir a partir del 1.937 aproximadamente, inspirándose en otro anterior interrumpido, terminado o dado por terminado entre el siglo XVI y el XVII con el objeto de hacer un recordatorio de su antigüedad y los pasos recorrido por ésta. Lo que es muy probable que partiera de algún Larios de esa época, hecho por él o por encargo, inspirándose en sus conocimientos de la historia de los Medinas Sidonia, o bien continuando un poema antiguo donados por éstos, como digo anteriormente, terminado, interrumpido o dado por terminado en aquella época. Esto último, sobre el poema y su anónimo autor, son suposiciones mía tras  oír la grabación muchas veces y llegar a esa conclusión. ¿Y en que me baso? Pues si se lee éste con atención, podrá observarse que el léxico hasta llegar a las estrofas 11-12, parece muy distinto a los posteriores, como más antiguo, pese, seguramente al haber sido reescrito y ajustado a la época infinidad de veces, posiblemente desde el latín, pasando por el castellano antiguo hasta el siglo XVII. Es a partir de aquí, de las referidas estrofas 11-12, podríase decir inclusive, que es cuando da un cambio brusco y se traslada al siglo XVIII-XIX notándose incluso en la forma expresiva de sus versos; y que esos 9-10 versos finales del siglo XIX son ajustados para que lleguen a 20 coincidiendo con el trágico final.
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Torre Almudéjar de la antigua iglesia de Santa Leocadia deToledo

AUTÉNTICA O REPRODUCCIÓN DE LA EFIGIE
¡Es difícil asegurarlo!, pues es mucho tiempo; son muchos los siglos transcurridos desde el tallado y bendición de la efigie (que no se sabe –yo calculo que entre el siglo IV los primeros años de la invasión árabe, y siglo VIII-) hasta que llega a manos de María de Aragón, procedente del canónigo del rey Enrique II de Castilla y de éstos al I Duque de Medina Sidonia. Pues, interpretando la décima estrofa del poema: “Al fin, libre de otros dioses,/en años venideros/del Señor Jesucristo,/aquellas imágenes/vuelven a repartirse/ a las santas iglesias/y entre castos feligreses,/tras todas bendecirse”. Se entiende,  que la vuelven a repartir, y, a la vez, vuelven a bendecirse (esto lo hacían, pese a que las escondían,  ante el temor de que se hubieran contaminado por el aire que expiraban los musulmanes). Dicen “vuelven a repartirse” “tras todas bendecirse”, por tanto eran las anteriores, que una vez más habían tenido que ocultarse al profano invasor.
Y ahora hay que contar los cinco siglos siguientes, hasta la guerra civil española,  partiendo aproximadamente desde el 04 de agosto de 1.420 - ya cónyuge de Juan II de Castilla María de Aragón, en que ésta recibe la efigie del fraile- hasta el 1.937 aproximadamente, en que es quemada por unos jóvenes extremista republicanos a las puertas de la entonces ermita de Santa Leocadia, de la aldea de “Buceite”. Es decir entre 1.300 y 1.600 años podría tener la efigie de nuestra Santa cuando se quemó. Pero una cosa si es segura, que si llegó virgen –irrompible, entera-, varga la redundancia, hasta el 1.420 en que se hace cargo de ella el I Duque de Medina Sidonia; a partir de ahí fue pasando hereditariamente a cada uno de los siguientes Duque de Medina Sidonia hasta llegar al XX ducado, en que, en nuestro San Pablo ocurre, en pocos años, lo que no acaeció durante los 1.300-1600 años anteriores, la quema de la efigie y con ello la pérdida de un patrimonio de valor económico incalculable; esto, sin querer entrar en el valor de la herida sentimental y sicológica sufrida por los creyentes que la veneraban en aquella iglesia, ermita o capilla, cuyo campanario aún hoy nos ve nacer y morir.
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Urna de Toledo que contiene los restos de Santa Leocadia
OTRAS DEDUCCIONES
Como es natural, no solo podría existir unitariamente esta efigie, similar a la de Toledo; pues, es lógico que hubiera otras de la misma antigüedad y bendecidas al mismo tiempo, así como con posterioridad habría también otro tipo de reproducciones. Es decir, podrían existir también alguna otras figuras copiadas a similitud de las bendecidas,  así como también pinturas. Pero, que yo sepa, no se les conoce, excepto la de Toledo que también se le supone de la misma antigüedad. En cuanto a pintura, existe una,  y precisamente a petición del Duque de Medina Sidonia de San Lúcar de Barrameda (Cádiz), al canónigo Juan de Roelas, que finalizó el cuadro en el año 1.619, firmándolo y titulándolo “El milagro de Santa Leocadia”.  Al pintor le sirvió como modelo para  inspirarse en el cuadro la efigie en poder del Ducado (coincidiendo con una de esas veces sacada de Gibraltar por fuerzas mayores, es decir la que tuvimos en el pueblo y fue quemada) entonces residentes en San Lúcar de Barrameda (Cádiz. Esto prueba, por esas fechas, la tenencia de la efigie y su autenticidad, es decir, una de aquellas que en los primeros años de la invasión árabe fueron bendecidas y repartidas por catedrales, iglesias y conventos.
Este cuadro, con posterioridad (el 20-05-2004), fue sustraído de la capilla del Hospital Infantil Niño Jesús de Madrid y recuperado el 09-06-204.

NOTICIA PERIODÍSTICA SOBRE EL ROBO DEL CUADRO.
Recuperado bajo un puente el cuadro del siglo XVII robado en la Capilla del Hospital del Niño Jesús de Madrid.
El cuadro El milagro de santa Leocadia, del sevillano Juan de Roelas, ha sido recuperado por la policía después de que unos desconocidos lo robaran el pasado 20 de mayo de 2.004 en la capilla del hospital infantil Niño Jesús, según confirmaron ayer por la tarde fuentes de la Consejería de Sanidad. Dos hombres han sido detenidos en Guadalajara en relación con este robo, por el que pidieron un rescate cuya cuantía no ha sido precisada. Los detenidos desconocían el valor real de esta obra del siglo XVII, que se sitúa en tres millones de euros. Fue hallada bajo un puente.
 El robo del cuadro se produjo la madrugada del pasado 20 de mayo, cuando dos desconocidos accedieron al interior de la capilla del hospital, que se encuentra abierta toda la noche. Sólo una cámara de video-vigilancia que controla este recinto grabó lo ocurrido esa madrugada. Los dos individuos descolgaron el cuadro (de dos metros de largo por 1,91 metros de ancho) y utilizaron un objeto cortante para rasgar la tela y separarla del bastidor. En esta operación rasgaron parte del lienzo, y uno de los trozos quedó roto en la parte superior del cuadro.
Salida a la calle
Los ladrones, en lugar de huir por la entrada principal de la capilla, rompieron dos candados que protegían una salida lateral del templo. Ambas dan directamente a la calle. El único vigilante que se encarga de la seguridad del hospital no se percató de la presencia de los intrusos. Fue una monja, a la mañana siguiente, quien dio la voz de alarma al ver el bastidor en el suelo y sin la tela.
A partir de ahí, la policía emprendió una larga carrera para recuperar el cuadro, ya que sus ladrones se pusieron en contacto con la gerencia del hospital y con la Comunidad de Madrid, a la que pidieron un rescate para poder recuperar el lienzo. La operación terminó con la detención de los dos autores y con la recuperación del lienzo. Todo ello gracias a la sagacidad de una joven policía que se hizo pasar por novia del autor y seguir todos sus pasos.
El milagro de santa Leocadia, del sevillano Juan de Roelas, fue descubierto en 1997, después de que se diera por destruido durante la Guerra Civil. Se trata de la escasa producción que realizó este pintor durante su estancia en Madrid, entre 1616 y 1619. Su restauración, tras ser certificada su autenticidad por los especialistas del Museo del Prado, duró seis meses y costó 12.000 euros. (Aquí la noticia es errónea pues el cuadro fue terminado en San Lúcar de Barrameda en 1.619 y no hay otro)
Espero que con estas aclaraciones queden cubiertas y aclaradas algunas de las dudas resurgidas en relación a la susodicha efigie de Santa Leocadia: con respecto a su autenticidad y antigüedad, así como sobre el patronazgo y nombre inicial de la población en sus principios.
Sobre su autenticidad debemos seguir suponiendo que era la primera efigie que partió en los primeros tiempos y resurgió después ¡quién es capaz de probar tal realidad, cuando la efigie fue destruida y quemada!. En cuánto a la existencia de ella en la ermita, si se ha probado, pues aún hay personas vivas que pueden atestiguarlo; sin ir más lejos una prima de Barbarita que vive en Sevilla. Al igual que la familia Rubio, propietarios de lo que queda de la antigua edificación, por los informes de sus antecesores.
Y el campanario ya de por sí avala, la existencia de una iglesia, ermita o capilla, que sin lugar a duda se llamó Santa Leocadia.




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 “El Milagro de Santa Leocadia” del pintor Juan de Roelas

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