jueves, 19 de julio de 2012

"El trabajo como símbolo", por José Antonio Hernández Guerrero

Es cierto que tenemos que seguir luchando para que los legisladores, mediante leyes adecuadas, favorezcan unas condiciones objetivas de la vida de las mujeres que hagan posible -realmente y en todas partes- su igualdad con los hombres, su libertad efectiva y el ejercicio eficaz de los demás derechos humanos pero, si pretendemos que la construcción de una sociedad más justa sea consistente y estable, es necesario que, además, cambiemos el sistema de significados que subyace en el fondo secreto de nuestras “inconsciencias”. 
Las diferencias sociales, laborales, económicas,jurídicas e, incluso, religiosas que separan a los hombres y a las mujeres tienen unas raíces mentales profundas que penetran hasta el fondo de nuestromundo de los símbolos. Éstos son, no olvidemos, los factores que determinan la formación de las ideas, el significado de las palabras, la adopción de lasactitudes y el mantenimiento de las pautas de los comportamientos individuales,familiares y sociales. La eficacia y el peligro de estos símbolos son mayorescuanto menor es el conocimiento de su existencia y de su funcionamiento.
En la amplia bibliografía que se ha producido en los últimos cincuenta años sobre el feminismo, abundan los libros que describen los múltiples ámbitos de la vida ordinaria en los que se manifiestan tales desigualdades, pero son escasos aún los trabajos que ahondan en esos niveles delas representaciones, de los significados, de los sentidos y de los símbolos.
En el libro colectivo que, publicado por la Editorial Narcea, titulado Una revolución inesperada. Simbolismo y sentido del trabajo de las mujeres cinco miembros de la Comunidad filosófica Diotima de la Universidad de Verona, analizan, de manera convergente, los cambios de significados que ha producido el acceso de las mujeres al mundo laboral y al ámbito de los estudios. Constatan cómo, por ejemplo, a partir de esta presencia masiva femenina, todo cambia, comenzando por el propio espacio laboral: se alteran su posición en el mundo, las relaciones familiares, el valor deldinero, el significado del tiempo, el sentido de la actividad frente a lapasividad –incluso en las relaciones sexuales-, la concepción de la política y,también, la interpretación del hecho religioso. Nos recuerdan, por ejemplo,cómo, mientras la fascinación en imitar a Dios era algo típicamente masculino,cómo la concepción tradicional de la paternidad, de la actividad artística(creación) y de la política se orientaba hacia la meta de llegar a ser y ahacer como Dios,  en el pensamientofemenino, por el contrario, prevalecía la relación amorosa o la relaciónunitiva con Dios. Opino que es el momento de preguntarnos si el modelo emergente de mujer que descalifica la pasividad generará también un nuevo tipo de interpretación filosófica, una alteración de modelos de relaciones sociales y una transformación de las reglas de juego en la política, en el trabajo, en la religión y en el amor.

---
*** Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
--
Imagen de www.encuentros.com

No hay comentarios: