Pisé a una hormiga
y me di cuenta
que rápida pasa la vida.
Pisé a una hilera de todas ellas
y me di cuenta
que sin querer estaba en guerra.
En guerra, sin darme cuenta estaba,
con todo aquello
que por el suelo se arrastraba.
Matando a pisotones
iba yo por la vida
a todo bicho diminuto con el que me cruzaba.
Pensé en la vida
y parándome en la mía me di cuenta:
que también a mi me pisoteaban
los poderosos que me mandaban.
Y me di lástima.
Cristóbal Moreno “El Pipeta” Agosto de 2016.
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Imagen de
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Y yo pude constatar
desde hace mucho tiempo
quizás desde que era un niño,
que el pisotear al pequeño
no siempre sale gratuito.
Ya que una simple hormiguita
a la que se pisotea
si no la aplastas en el acto
y algo de vida le queda
contra el opresor se revela
y con las mandíbulas muy abiertas
en actitud de defensa,
te advierte que si pudiera
te rompería el espinazo
partiendo tu cuerpo en dos.
Y muchas hormigas enfadadas
uniéndose en un ataque
a cualquier bicho viviente
seguro lo pone en jaque
y del jaque bien se sabe
que a otra cosa…precede.
Ponerse en guerra con todo bicho
que se arrastre y… mucho más,
si lo hace por capricho,
es una reacción natural,
aunque hay que excluir
a los que por imperativo
digamos de la creación,
su forma de trasladarse es, reptar.
Amigo Cristóbal:
Buen poema y mejor tema
el que hoy has insertado,
a muchos nos gustaría
leerte más a menudo.
Pero, con poemas como este
aunque vengan de vez en cuando
es ya más que suficiente
para aplaudirte y… ¡Chapeau!
Mi respeto y con mi saludo, un abrazo.
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04.08.16
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Antonio.-El niño del Corchado-
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