domingo, 31 de julio de 2011

Palabras de moda 26: Braga

Por José Antonio Hernández Guerrero.
“Mamá -gritó Antonio desde la calle- échame la braga por el balcón, que hoy hace demasiado frío”. Juan, sorprendido por la extraña petición de este adolescente, detuvo su marcha para observar la reacción de la madre quien, tras escasos segundos, arrojó aquel trozo de tejido de punto de lana azul para que su hijo, camino del Colegio, se cubriera el cuello en aquella desapacible mañana de enero. ¡Hay que ver -exclamó Juan- la manía esta de cambiarles los nombres a las cosas! Toda la vida de Dios, las bragas han sido las bragas y, ahora, estos niños le llaman braga a cualquier cosa.”[1]
Aunque sentí la tentación de explicarle, en aquel momento, que ni toda la vida de Dios se ha llamado “bragas a las bragas”, ni que, en la actualidad, llamamos “braga” a cualquier cosa”, he preferido dejar pasar algún tiempo para proporcionarle a Juan una información más detallada.
La palabra “braga”, cuyo primer registro en nuestra lengua data de 1191 y que procede del galo a través del latín, significaba primitivamente “correa, cinta o cordón que sirve para amarrar un objeto pesado”. Recordemos que el “braguero” es el aparato o vendaje ortopédico que tiene como función contener las hernias. El verbo “embragar” quiere decir, por lo tanto, amarrar, atar, rodear o envolver un objeto. En la actualidad, significa también hacer que un mecanismo transmita su movimiento a otro. Ésta es la función del embrague de los automóviles.
Es cierto que, en la actualidad, según el uso común de la lengua y la definición del Diccionario de la Real Academia Española, con esta palabra designamos la "prenda femenina que cubre desde la cintura hasta el nacimiento de las piernas", pero, tradicionalmente, servía para llamar al calzón masculino. No perdamos de vista que la “bragueta” era, hasta hace muy poco tiempo, la abertura delantera de los pantalones usados sólo por los hombres, y recordemos que, coloquialmente, con la palabra “braguetazo”, nos referimos a la hábil maniobra que emplean algunos hombres astutos, para lograr la conquista de una mujer adinerada. Si examinamos el lenguaje vulgar, podremos comprobar que, con la expresión un “tío bragao”[2], nos referimos a un señor que hace gala de entereza, de fortaleza, de aguante, de firmeza o de tenacidad.
A pesar de tan antiguo origen de la palabra, lo cierto es que la braga es una pieza relativamente reciente en el vestuario femenino. Las pioneras en su uso fueron las bailarinas del famoso cabaré parisién Moulin Rouge, que, como todos sabemos, fue pintado y frecuentado asiduamente, en las últimas décadas del siglo pasado, por el pintor impresionista Henri Toulouse-Lautrec. Aquellas míticas artistas recurrieron a las bragas para cubrir estratégicamente su vello púbico durante sus provocativas danzas.
No es extraño que, para las francesas del siglo pasado, usar bragas era costumbre de mujeres "de vida alegre". Pero en pocos años, las bragas se tornaron en piezas imprescindibles en “el fondo de armario” de todas las mujeres. Al menos hasta 1992, cuando la guapa actriz, Sharon Stone, decidiera revivir el antiguo hábito de prescindir de la “prenda íntima”, en el polémico y desconcertante filme norteamericano, "Instinto básico".
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***Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
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