sábado, 25 de junio de 2011

Cascarrabias, por José Antonio Hernández Guerrero

En más de una ocasión he confesado que la mayoría de las reflexiones que formulo en estos breves textos reproduce, casi literalmente, los juiciosos comentarios con los que los alumnos del Aula de Mayores responden a las preguntas con las que comienzo el curso y que también me sirven de punto de partida de cada una de las clases. La más obvia se refiere, como es natural, a las razones que les han movido a matricularse en la asignatura. Una de las respuestas que más me han llamado la atención por su claridad, por su concreción y por su profundidad, fue la de un militar ya jubilado quien, de manera espontánea, me dijo: “He decidido asistir a este curso con la intención de evitar que –cuando sea aún más anciano- me convierta, como mi suegro, en un cascarrabias. Tengo la esperanza de que estos análisis sobre la vida y, en especial, el trato permanente con los compañeros que están dispuestos a seguir aprendiendo y creciendo, me van a ayudar a evitar la esclerosis de las arterias de la mente”.
Estas afirmaciones, en apariencias tan ingenuas, revelan dos convicciones que, a mi juicio, deberían ser las decisivas para estimularnos a seguir estudiando y, sobre todo, para acertar en la elección de las disciplinas que hemos de estudiar durante toda la vida.
En primer lugar, ponen de manifiesto una obviedad que, con excesiva frecuencia, solemos olvidar: que el conocimiento vale en la medida en que nos sirve para seguir creciendo como seres humanos o, dicho con palabras más concretas y sencillas, que hemos de seguir estudiando para ser mejores: más buenos, más felices y más libres. En segundo lugar, este señor daba por supuesto que algunos conocimientos, además de poseer una fuerza benéfica y curativa, nos pueden ayudar a evitar esas quejas que no sólo son inútiles sino que, la mayoría de las veces, crean una atmósfera enrarecida que aumenta el malestar y dificulta la convivencia.
¿Por qué –les volví a preguntar- algunas personas disfrutan quejándose mientras que otros, a pesar de que soportan las mismas dificultades, adoptan unas actitudes positivas, se muestran tranquilos y nos contagian sus ganas de vivir? “Porque, a pesar de la edad –me respondió- no han sabido aceptar que la muerte, la enfermedad y la ancianidad son realidades naturales y, por lo tanto, vitales. Quejarse es –créame- una manera inmadura de no reconocer que las cosas son como son”.
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***Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.

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