lunes, 30 de mayo de 2011

"El mes de las flores", por José Antonio Hernández Guerrero

Con el fin de evitar una errónea interpretación de mis palabras, declaro que uno mi voz a las de los que, en el contexto de crisis en el que estamos situados, denuncian la destrucción de puestos de trabajo y a las de los que lamentan que las organizaciones empresariales propongan como única solución la flexibilización del mercado laboral, el abaratamiento de los despidos, la precarización de las condiciones laborales y, en resumen, que el peso de la crisis se cargue sobre los hombros de los trabajadores.
En mi opinión, para enfrentarnos de una manera humana con esta crisis tan radical hemos de cambiar no sólo la forma de entender la economía sino también la manera de relacionarnos con los demás hombres e, incluso, con los elementos de la naturaleza: hemos de tratar a los seres humanos y utilizar las cosas no sólo por su utilidad práctica ni como mercancías cuantificables económicamente, sino también como sujetos y objetos portadores de valores éticos –la bondad- y de significados estéticos –la belleza-.
En esta ocasión me gustaría insistir en que la mayoría de las acciones que nos proporcionan bienestar y de las actividades que estimulan nuestro crecimiento humano no dependen del precio económico. Aprovechando que está acabando el “mes de las flores”, podríamos reflexionar sobre la importancia humana que posee, por ejemplo, la contemplación de una flor.
Como afirma Eckhart Tolle, la belleza de una flor debería despertarnos a los humanos para que descubriéramos que el disfrute de la belleza constituye un placer que pone de manifiesto nuestra dimensión espiritual, nuestra esencia más íntima y nuestra verdadera naturaleza. Tengo la convicción de que el primer descubrimiento de la belleza fue uno de los hechos más importantes en la evolución de nuestra conciencia humana. Tú sabes –querida Carmen- que nuestra experiencia común nos confirma que los sentimientos de alegría e, incluso, de amor están intrínsecamente relacionados con ese reconocimiento. Aunque no seamos plenamente conscientes, las flores constituyen una expresión de lo más elevado, de lo más espiritual y de lo más sagrado que habita en nuestro interior. Las flores, los órganos más efímeros, más etéreos y más delicados de las plantas, con sus formas, con sus colores y con sus aromas, son mensajeros que nos hablan del reino del espíritu.
Desde tiempos inmemoriales, las flores tienen un significado especial para el espíritu humano. Pero, para que podamos interpretar el sentido de sus mensajes, es necesario que las contemplemos con admiración y que aprendamos a traducir su lenguaje. De lo contrario, sólo percibiremos sus cualidades físicas sin llegar a conocer las razones por las que nos sentimos atraídos.
Si cultivamos nuestro gusto estético nos asomaremos a ellas como si fueran ventanas que nos descubren el reino del espíritu totalmente alejado de un mundo injusto e insolidario, regido por ese círculo que es vicioso en el doble sentido -lógico y ético- de esta palabra: que nos obliga a consumir, a producir y, nuevamente, a consumir, y que genera desigualdad y pobreza. Esta crisis pone en cuestión la civilización montada sobre el macro-consumo, sobre el derroche de los recursos naturales, sobre el capricho y, en especial, sobre la búsqueda desenfrenada del beneficio inmediato. En estos momentos urge un cambio radical que trastoque las reglas económicas y, también, nuestras actitudes ante las personas y ante las cosas.
-
*** Enviado por José Antonio Hernández Guerrero, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada y Director del Club de Letras de la Universidad de Cádiz, escritor y articulista.
-

No hay comentarios: