
Jimena y Castellar
El río Horgarganta abraza el viejo pueblo de Jimena de la Frontera cuyo castillo árabe domina desde un cerro el ancho parque de los Alcornocales. En Jimena se alzan iglesias de tanta enjundia como La Victoria o el santuario de la Reina de los Ángeles. En lo alto del pueblo está la fortaleza construida en época nazarita para marcar la frontera con los reinos cristianos. Desde arriba se divisa el mar y las sierras profundas de la provincia.
Tanto Jimena como la vecina localidad de Castellar han edificado una gastronomía que anda a medio camino entre la mar y la montaña. Del Mediterráneo y el Atlántico se han inspirado para elaborar platos de lenguados, salmonetes, chocos y atunes rojos de almadraba. De la sierra y la campiña han obtenido carnes de retinto y de cerdo, una cuidada charcutería, chicharrones y lomo en manteca, sin olvidar la caza mayor y la caza menor. De la primera, sobresale el venado en adobo, y de la segunda, la perdiz en escabeche.
Castellar de la Frontera es como un pueblo salido de una fábula. Los muros de la vieja ciudadela, las calles empedradas, las ventanas mínimas, las puertas de madera envejecida, las torres, campanarios y almenas conforman un paisaje urbano que se ha valido el título de Conjunto Histórico Artístico. La Almoraima, un histórico cazadero de la Casa Ducal de Medinaceli, es hoy una finca de doce mil hectáreas que representa todo un ejemplo de explotación agraria, ganadera, etnográfica y hasta turística. Leer el artículo completo AQUÍ.
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