lunes, 19 de marzo de 2018

"Agonía anunciada", por Luís Alberto Fernández Piña

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Luís Alberto Fernández Piña ha publicado este escrito en la sección de narrativa del núm. 31 de la revista del Club de Letras de la Universidad de Cádiz SPECULUM, que se publica en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, y dirige José Antonio Hernández Guerrero.
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AGONÍA ANUNCIADA

La multitud se congregaba en la colina. Sin miramientos, con codazos y empujones, competían entre ellos para conseguir uno de los mejores puestos en primera fila. Como se dice vulgarmente, no cabía ni un alfiler. Sobre sus cabezas se alzaban cientos de brazos sosteniendo móviles y cámaras, con los que grababan la escena.

En un lado había montado un escenario y sobre él esperaban, ansiosos, más de un centenar de periodistas para capturar el momento oportuno, con el que sacarían los titulares informativos ese mismo día.

Todos miraban hacia el enorme árbol que se mantenía en la colina, como un guerrero desafiante, como un vigía de un tiempo que había quedado demasiado atrás. Junto a él, empequeñecido por su tamaño, estaba el alcalde, que ya había terminado su breve discurso. No hizo falta que dijera mucho, ya que todos estaban deseando ver el momento tan esperado que, según él, sería recordado por todas las generaciones futuras. Hizo una señal y los operarios se acercaron al árbol. Al instante se oyeron chirridos y rugidos, mientras la multitud aguardaba, en silencio, el momento tan esperado, capturándolo en las retinas artificiales que sostenían sobre ellos.
Con un crujido, que hizo temblar el suelo bajo sus pies, el tronco se inclinó hacia un lado y el árbol se precipitó a la tierra con un lamento horroroso. Después de unos segundos de silencio sepulcral, un coro de vítores y aplausos ensordecieron la colina. Y la música resonó en los altavoces, dando comienzo a los bailes de celebración.
Habían acabado con el último árbol del planeta.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno, Luis Alberto.
Un colega

Gonzalo Polo dijo...

Triste y bonita historia ¡Bravo!
G. Polo.

Anónimo dijo...

Locura de hombres, no?

Unknown dijo...

Llegaremos a un extremo así?