El libro sobre Diego Bautista Prieto y mi abuela
Fue en el verano de 1989 cuando visité por primera vez Jimena de la Frontera, el pueblo donde nació mi abuela Pepa en 1896. Aquel bello lugar que dejó cuando se casó con diecisiete años, y tras su paso por San Roque donde nacieron sus hijos mayores, encaminaría un largo viaje de vida hacia el norte de África, primero a Melilla en 1928 y dos años después al Protectorado Español de Marruecos donde vivió hasta 1968, cuando, como tantos repatriados españoles, regresamos a la península.
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Mi bisabuela Ana Ramos Cano a finales del siglo XIX. |
Tetuán, donde vivió mi familia, era la capital de dicho Protectorado, una ciudad que, pacificada la guerra del Rif en 1926, tiempo de la dictadura de Primo de Rivera, se convirtió en un destino próspero para los españoles, sobre todo para los del sur, Andalucía oriental y Cádiz, por ser los más próximos.
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Mi madre Amparo, mi hermano Domingo y yo en 1963 en Tetuán. |
En Tetuán nació mi madre, la más pequeña de las hijas, y casi todos los nietos, entre los cuales me encuentro yo, Josefina Juárez Corrales.
En 1956, España concedió la independencia a Marruecos y los españoles residentes allí vivieron una diáspora que los llevó a distintas ciudades de España o Francia, así toda mi familia se separó con el desarraigo que esto significa. Los funcionarios y militares volvieron rápidamente a la península, con sus salarios o pensiones, trabajos y casas, resueltos. Los demás lo tuvieron que hacer por sus propios medios, con cuentagotas a lo largo de los siguientes años, para buscarse la vida.
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Mi abuela Josefa Pérez Ramos. |
Mi abuela Josefa Pérez Ramos, por tanto, nació en 1896 en la jimenata calle San Francisco. Era hija de Francisco Pérez Godino y Ana Ramos Cano. Mirando la lista de sus antepasados desde 1814 se repiten apellidos comunes en Jimena y vivió su infancia correteando por las cuestas de Jimena, en la escuela, y durante los veranos los pasaba en un cortijo junto a sus primos. Allí seguía recibiendo clases de un profesor particular, probablemente el que le enseñó esa buena letra que la acompañó hasta el final. La abuela Pepa murió en 1985 en Madrid, a punto de cumplir los ochenta y nueve años, y hasta el último de sus días recordaba Jimena y nos contaba cómo era su pueblo. El acento nunca lo perdió y, cuando sus descendientes hemos ido allí, lo hemos recordado oyendo hablar a los lugareños y ese sentido del humor que también tenía ella a pesar de una vida difícil; siempre había algún chascarrillo o refrán con mucha guasa, así que estar en Jimena es como estar en mi casa, ahí permanecen parte de nuestras raíces.
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En mi última visita a Jimena en el verano del 2018. |
En 2018 volvimos a visitar Jimena, pero esta vez también con mi madre, ella quería conocer el pueblo de su progenitora y buscando información encontramos en Internet el blog del jimenato Ignacio Trillo. Desde entonces, le sigo y he pasado muchas horas leyéndolo, no tantas como él dedica a escribir la historia de su pueblo. Así que, después de haber leído su último libro sobre Diego Bautista Prieto, también antes me había leído el de Leopoldo de Luis, le mandé un correo felicitándole por su trabajo. La historia me ha enganchado, es una biografía de un personaje real extraordinario en el contexto histórico tan turbulento que le tocó por desgracia vivir.
Como dice Trillo, al principio de su libro sobre el poeta local Diego Bautista Prieto, es increíble lo que tuvieron que padecer la gente de Jimena con la llegada y asentamiento de los franquistas a lo largo de casi cuarenta años, sobre todo la guerra y la posguerra hasta los años cincuenta o más. No he visto pueblos que tengan un edificio dedicado a la Memoria Histórica, como es el caso de Jimena, no me extraña, ahora tras mi lectura lo entiendo mejor. El Campo de Gibraltar, como se refleja también la publicación, fue castigado especialmente, parece que por su lugar estratégico y porque las tropas rebeldes venían frescas de Marruecos.
Felicito al autor por toda la labor y el tiempo que ha tenido que dedicar para recopilar la cantidad de datos que tan minuciosamente expone: nombres, direcciones, apodos, documentos oficiales, recortes de prensa… con lo que eso significa de idas y venidas a los registros de los organismos oficiales, a los archivos y sus entrevistas a los afectados o descendientes. A mí me gustan especialmente las fechas para contrastar los datos, me fijo mucho en esos apartados. Solo he tenido que volver para atrás en la lectura para diferenciar a los personajes, sobre todo los “Diegos”. Curiosa la relación de la familia Prieto Bueno con los trágicos sucesos de Casas Viejas, donde fueron testigos de primera mano.
Muy triste el relato de la “juía” de vecinos que se produjo con la entrada de los sublevados en el pueblo, los fusilamientos sin juicios; les dicen a los que huyeron que vuelvan, que no les pasará nada y cuando regresan confiados, muchos de ellos son fusilados, como ocurrió con la madre del poeta, dejando dos niños pequeños, Carmen y Juan. Así ocurriría en todos los pueblos de España, en los lugares más recónditos, el brazo genocida era muy largo, se para uno a pensar cómo serían tan eficaces en localizar, detener, matar y perseguir a republicanos, si no estaban digitalizados como ahora. La inhumanidad de esa guerra fue muy grande, hasta eliminar a todos los que no pensaran como ellos. El atraso que eso significó para España, también. Incluso hoy en día lo tenemos que padecer. Igualmente, me ha impresionado la quema de libros de las bibliotecas de los médicos, la persecución a los maestros y a la cultura; me viene a la cabeza el libro “Historia de una maestra” de Josefina Aldecoa. Curioso también que José María Pemán, el único escritor español que aparecía en la tele, en blanco y negro, cuando yo era niña, evolucionó y se volvió liberal al final de su vida, elogiando en sus artículos a Diego Bautista...
Interesantísimo el extenso capítulo dedicado a los guerrilleros, resistentes al franquismo, tan desconocido en la historia oficial, que quienes nos impartieron las clases ni nos hablaron de su existencia. ¿Cómo es posible que salieran tantos jugándose la vida?, por una parte, los echaría al monte las condiciones miserables de su día a día o la ilusión de un cambio que nunca llegó; así fueron asesinados en su mayoría. Sus huidas a Tánger y Casablanca para después detenerlos rápidamente y conducirlos al Monte Hacho en Ceuta (si ese monte hablara…). Mi abuelo también “visitó” esa fortaleza por haber recogido propaganda del suelo; comparado con otros tuvo mejor suerte.
Del tema del Somatén, muy poco conocido, Trillo se extiende un poco más sobre ello. Me ha venido muy bien porque llevo años buscando esa información, un pariente lejano ejerció como tal en León, la familia no conoce apenas el asunto, tanto los ganadores como los perdedores de la Guerra Civil hablaban poco o nada. Estaban mudos, ahora se sabe del terror que se pasó, aunque muchos traten de borrarlo de la Historia. Por cierto, Almudena Grandes en su libro “El lector de Julio Verne” cuenta la historia olvidada de estos guerrilleros en Jaén.
Del relato de esos años tan difíciles me ha llamado la atención un personaje que aparece frecuentemente en el libro que refleja, claramente por su trayectoria, la imagen del clásico señorito andaluz. También hay un documento de una corporación municipal de la posguerra donde aparecen varios personajes con el mismo apellido de mi abuela, creo que son allegados, algún primo. No hemos sabido mucho de la familia que quedó en Jimena, a mi abuela se le murió joven su único hermano y ella nunca volvió al pueblo por circunstancias de la vida.
Muy dura fue la historia de Diego Bautista, el protagonista del libro. Su infancia, huérfano de padre, fue difícil y le obligó a trabajar desde muy pequeño en el campo, al mismo tiempo seguía estudiando y formándose de manera autodidacta (recordemos que en esos tiempos cuando una mujer se quedaba viuda no existía ninguna ayuda para ella ni para sus hijos). Después se fue voluntario a la mili, cambiando de bando para estar con los suyos al inicio de la guerra, regresó al pueblo después del asesinato de su madre, tenía mucho apego por sus hermanos, incluida la hermana de madre que nació después. Se procuró la vida impartiendo clases particulares por los cortijos, siempre en el ojo de los represores vigilándolo, hasta que lo detuvieron de nuevo y lo liberaron cuando el régimen tuvo que cambiar de táctica al final de la Segunda Guerra Mundial porque los aliados acabaron con los gobiernos fascistas en Europa. En los años 50, Diego reanuda su actividad docente educando a muchos chicos que al paso de los años fueron personajes importantes en Jimena por sus exitosas trayectorias. Mientras tanto seguía escribiendo siempre poesía, su obra expresa con sentimiento todos los avatares de su azarosa existencia. Son versos que llegan al alma, expresados con una sencillez que podemos comprender los no muy entendidos en la materia, como es mi caso.
Reseñable es la amistad de Diego con Leopoldo de Luis, su colega poeta y también represaliado, uno de los mejores de su generación. Los dos amigos han dejado un legado de sabiduría y dignidad. Al final, creo que Diego fue feliz en Barcelona, se dedicó a lo que más le gustaba y su entorno lo apoyaba, lástima del maldito accidente que se lo llevó antes de tiempo.
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Disfrutando con mi hermana Amparo en aquella visita de aquel verano de 2018 de las calles y del paisaje de Jimena. |
En resumen, he constatado con la lectura de este libro que Jimena es un pueblo muy especial, con memoria y cultura, además de precioso en su paisaje. También que se acuerda de los suyos. Creo que la labor que está haciendo Trillo por su pueblo es infinita, se lo diré en persona el día que lo conozca. Lástima que mi abuela ya no esté entre nosotros y no le podamos comentar todos estos acontecimientos que pasaron y pasan en su querida Jimena de la Frontera. Un saludo afectuoso y mi enhorabuena a quienes los avatares de la vida no impidieron que sigáis viviendo en tan bello pueblo con tan rico paisaje e Historia.
Josefina Juárez Corrales
Fuenlabrada, 2024
2 comentarios:
Muchas gracias, Josefina. Me ha encantado tu artículo. Prometo que un día nos conoceremos y te lo volveré a agradecer. Un saludo afectivo, de paisano.
Precioso comentario Josefina sobre nuestro, vuestro querido pueblo.
Y felicidades a Juan Ignacio, por ser memoria viva de lo en él acontecido. Solo los pueblos que olvidan su historia están condenados ……… Nunca. más una atrocidad así.
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