En nuestra opinión, la afirmación de que la crisis económica mundial es un fallo exclusivo del sistema y que, por lo tanto, no es posible identificar a sus principales responsables, es cierta sólo parcialmente.
Ya sabemos que el modelo neoliberal privilegia el capital y que sitúa en un segundo lugar las repercusiones sociales, pero también hemos de reconocer que no es verdad que el único causante de los problemas sea el mal funcionamiento de los mercados y el desbarajuste de las finanzas. Mucha culpa la tienen también la ineptitud económica de algunos políticos –que casi nunca pierden- y la insensibilidad social de muchos financieros –que siempre ganan-.
Nosotros opinamos que las claves de la crisis –ese agujero del que ni los economistas, los políticos, los periodistas ni siquiera los espeleólogos aciertan en divisar el fondo- están encerradas en la caja negra que nadie se atreve a abrir. La razón profunda del despiste tan generalizado estriba en la decisión de poner parches mientras que renuncian a ahondar en las raíces éticas de la grave dolencia. Como ocurre con el dolor, con la fiebre y con los demás síntomas patológicos, estos trastornos económicos deberían hacernos conscientes, al menos, de que el motor de la conciencia moral y social está fallado.