Los diversos comentarios orales y escritos que, durante estos días me llegan, sobre nuestra peculiar manera de celebrar la Semana Santa en Andalucía y, más concretamente, sobre nuestra forma característica de rendir culto a las imágenes me proporcionan una propicia ocasión para reflexionar sobre un fenómeno que, aunque comienza en los albores de la humanidad, sigue siendo de actualidad.
Me llama la atención la frivolidad con la que, en los ámbitos eclesiásticos y universitarios, se califican estas manifestaciones como insustanciales, frívolas o superficiales. Unos y otros olvidan que, desde los más remotos tiempos, las imágenes han sido objeto de culto en el doble sentido de esta palabra: en el religioso y en el artístico. Es sabido que las representaciones paleolíticas, además de constituir un esparcimiento lúdico, cumplían la función sagrada de propiciar la caza. Actualmente el estudio de las imágenes está alcanzando una importancia decisiva desde el punto de vista artístico, educativo, publicitario e informativo.