Por José Antonio Hernández Guerrero
La palabra “mayo”, con la que designamos el quinto mes del año, deriva directamente del latín “maius” e, indirectamente, del sánscrito “maya”, que significa ilusión. Se llama así, según algunos escritores, porque era el mes dedicado a Maia, diosa griega, hija de Jano, mujer de Vulcano y madre de Mercurio; pero, según otros autores, esta derivación carece de fundamento ya que los romanos le daban tal nombre antes de que conocieran la Mitología griega. Estos autores prefieren hacerlo derivar de “maiorum”, porque era el mes que estaba consagrado a los ancianos, a los senadores. Recordemos que el Senado estaba constituido por los “senes”, los mayores.
En Roma, mayo era el mes colocado bajo la protección de Augusto en el que celebraban las fiestas denominadas Lemulares. Según cuentan las crónicas, eran unas solemnidades instituidas por Rómulo para paliar los remordimientos que experimentaba desde el fratricidio de Remo: para liberarse de los fantasmas que lo atormentaban y de los espectros que lo perseguían.