La primera vez que leí el vocablo “jacobino” fue en tercero de Bachillerato estudiando a Machado. Treinta años más tarde se lo escuché a José Borrell al confesar que asumía los conceptos de esa corriente filosófica nacida de la Revolución Francesa.
Defendían la centralidad del Estado, la indivisibilidad de la nación y la soberanía popular. Algo parecido a la idea de país que en los 80 defendieron González y Guerra ante las mareas de autonomía y federalismo que surgieron al amparo de la recuperada democracia.