Frente a los que, ingenuamente, afirman que el bienestar depende exclusivamente de la relación con una persona, de la posesión de un objeto o de de la realización de una determinada experiencia, hemos de reconocer que los contenidos de esta palabra –“bienestar”- son bastante más amplios y más complejos. De manera esquemática podemos afirmar que el bienestar humano es el resultado de la combinación equilibrada de componentes materiales e inmateriales: es la consecuencia de un estado orgánico, como la salud, el goce sensorial y el placer sexual, y, en especial, el efecto de estados anímicos como la alegría, la ilusión, la esperanza, el recuerdo, la gratitud, la serenidad, la libertad, la paciencia, la comunicación y, sobre todo, el amor.