Confesamos que, a pesar de conocer que, hace unos días, había ingresado en el Hospital Gregorio Marañon y aunque reconocemos que su edad era ya muy avanzada, la noticia del fallecimiento de Antonio Mingote nos ha impresionado hondamente. A partir de ahora -en unos momentos en los que reina el mal gusto, la ordinariez y la vulgaridad-echaremos de menos el lenitivo reconfortante de los comentarios gráficos –sorprendentes, lúcidos y valientes- de este maestro de la opinión.
Escritor, artista y académico, este periodista ha sido uno de los críticos más agudos de la actualidad. Dotado de una singular habilidad para explicar de manera clara y para transmitir de forma bella los valores morales, era un certero observador de la cotidianidad que, con su arte mayor de dibujante, con su gracia clásica y con su sencillez encantadora, arrancaba nuestros mejores sentimientos de benevolencia; con sus retratos de los desfavorecidos nos acercaba a quienes pedían pan o ansiaban libertad; con su ingenio era capaz de azotar las injusticias sociales y con su finura intelectual redimía la prensa de su mediocridad.