En esta ocasión –queridos amigos- me propongo –os propongo- que, al menos una vez, nuestro balance de final de año se reduzca al recuento de los datos positivos, a los momentos efímeros pero saludables, en los que nos hemos sentido contentos. Me refiero a aquellos comportamientos que, sencillos y quizás espontáneos, nos han resultado gratificantes, saludables y nutritivos.
Podríamos recordar, por ejemplo, las sensaciones hondas que nos produjeron la contemplación, simplemente, de este cielo tan azul, de este mar tan cambiante y de este clima tan suave. Me refiero a esos hechos que, aunque ajenos a nuestra voluntad, favorecen nuestra sobre-vivencia y nuestra con-vivencia.