También nosotros, naturalmente, nos unimos a las enérgicas voces solidarias de los que, desde diferentes tribunas, exigen que se movilicen todos los recursos materiales y humanos para erradicar el hambre; también nosotros reclamamos que se emprenda la urgente tarea de eliminar la miseria: la contemplación de las imágenes que diariamente nos ofrecen los medios de comunicación nos obliga a seguir gritando para que -¡ya!- los políticos apliquen medidas de emergencia que, de manera eficaz, eviten o superen esas situaciones de sangrante injusticia social.
En esta ocasión, sin embargo, aprovechamos estas líneas para recordar que "no de solo pan vive el hombre", para reclamar una mayor participación en los bienes culturales, para llamar la atención sobre la trascendencia de las persistentes diferencias educativas y sobre los peligros del progresivo empobrecimiento cultural de una gran mayoría de ciudadanos. Si los privilegiados de la ciencia o de la cultura, si los poderosos y los pudientes, nos olvidamos de repartir con mayor equidad los bienes de la enseñanza y si no dotamos a los más necesitados de los conocimientos útiles para ganarse la vida, los desequilibrios económicos serán cada vez más acusados.