Por José Antonio Hernández Guerrero.
Aunque se sorprenda Cristina, esta palabra de moda posee una considerable fuerza expresiva, siempre que la empleemos de forma adecuada. La aparición de este término en Hispanoamérica y su rápida difusión por toda la geografía hispana constituyen una prueba patente de la extraordinaria vitalidad y de la amplia capacidad creativa de la lengua y, sobre todo, un testimonio de la permanente facilidad transformativa o transformadora para cambiar las categorías gramaticales de los vocablos, para convertir los verbos en sustantivos, los sustantivos en adjetivos, los adjetivos en adverbios, los adverbios en verbos. No podemos olvidar que la lengua, como la vida, fluye; no es un fósil inalterable ni un dogma inmutable, sino una fuerza que encierra en sí abundantes principios de vitalidad y que ofrece una amplia posibilidad de realizaciones y de soluciones alternativas.
Algunas palabras son especialmente dúctiles y muestran una singular amplitud de variaciones como, por ejemplo, canto, cante, cántico, canción, cantar, cantante, "cantaor" y cantada. Otras, por el contrario, conservan intactas muchas de sus posibles derivaciones hasta que algún "creador" afortunado tiene una feliz ocurrencia de desplegar sus derivados.