Como es sabido, la vida humana es un proceso temporal, es una sucesión de instantes, de horas, de días, de noches, de semanas, de meses y de años. Comprendemos mejor esta dimensión lineal de la vida humana si la comparamos con un camino irreversible cuyo diseño, en parte nos viene dado, pero que, hasta cierto punto, podemos dibujar su trazado. Es irreversible porque, una vez que demos un paso su huella queda marcada de forma imborrable, perdurable: los hechos, las palabras, las sensaciones, los sentimientos y los pensamientos quedan impresos para siempre: todos “imprimen carácter”.