Nota de prensa del Ayuntamiento de Jimena.
La figura del poeta, representativa de los 15.000 prisioneros enviados por Franco a los batallones de trabajo en el Campo de Gibraltar
La Casa de la Cultura de Jimena de la Frontera lleva desde hoy el nombre de "Leopoldo de Luis", en honor al poeta y crítico literario, cuya vida quedó casualmente unida a la de Jimena como consecuencia de su participación en uno de los batallones de trabajos forzados instaurados por el franquismo para presos republicanos tras la Guerra Civil. Precisamente, estos batallones fueron el eje temático central de todas las actividades del día dentro de las XVI Jornadas de Historia y Arqueología de Jimena de la Frontera.
La jornada comenzó con el descubrimiento de la placa conmemorativa que, desde hoy, luce en la entrada principal de este recinto cultural a cargo del alcalde de Jimena, Pascual Collado, y el propio hijo del poeta, el catedrático Jorge Urrutia.
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--Acto seguido, quedó inaugurada la exposición "Los Caminos de los Prisioneros", que permanecerá abierta al público durante los próximos días en la Casa de la Cultura. Se trata de una muestra organizada por el Ateneo Republicano del Campo de Gibraltar con datos, fotos y otros materiales relacionados con los trabajos forzosos desarrollados por los grupos de presos enviados por Franco al Campo de Gibraltar para la construcción de fortificaciones, caminos y otras infraestructuras de índole militar y defensiva.
15.000 presosLa única ponencia del día corrió a cargo del historiador José Manuel Algarbani, quien inició su intervención haciendo un repaso al contexto histórico en que se produjo la llegada de hasta 15.000 prisioneros, "desafectos" al régimen de Franco, hasta el Campo de Gibraltar, formando batallones de trabajo.
Algarbani apoyó su conferencia en la proyección de datos y fotografías de la época sobre los trabajos realizados en el entorno del Estrecho de Gibraltar y en las que se reflejaban las condiciones en las que tuvieron que malvivir estos prisioneros.
"El objetivo de este despliegue era crear un sistema defensivo de cara a la opinión pública internacional pero, como han desvelado recientes estudios, la intención primordial era conquistar Gibraltar, controlar el Estrecho y entrar en una posición de fuerza en la Segunda Guerra Mundial", recordó Algarbani.
Entre los trabajos más significativos destacaron la construcción de carreteras, las "pantallas", el túnel de Sierra Carbonera o la iluminación del Estrecho con reflectores, entre otras.
En Jimena actuó el Batallón 17, conocido también como Batallón 107. Sus trabajos se centraron en la construcción del aeródromo de Barría, la mejora de las vías del tren y la adecuación del camino de Jimena a San Pablo de Buceite.
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El historiador recordó que la llegada de casi 1.000 de estos trabajadores forzosos a Jimena supuso una "revolución" en el pueblo, donde, en períodos sucesivos, se asentaron en el Pósito, el Llano de la Victoria y San Pablo de Buceite.
Uno de aquellos mil prisioneros fue Leopoldo Urrutia de Luis, cuya historia personal quedó íntimamente relacionada con Jimena.
Algarbani finalizó su ponencia reivindicando la importancia de estos batallones, habitualmente olvidados en la memoria colectiva y la investigación histórica. "En el Valle de los Caídos trabajaron 10.000 prisioneros durante 20 años; en el Canal del Bajo Guadalquivir lo hicieron 12.000 en 30 años; mientras, el Campo de Gibraltar acogió a 15.000 en sólo 3 o 4 años", recordó.
Homenaje
Tras un receso, la agenda de actos preveía celebrar un homenaje a la memoria de Leopoldo de Luis, en el que participaron el Cronista Oficial de Jimena, José Regueira; el periodista y escritor Juan José Téllez, y el hijo de Leopoldo de Luis, el también poeta y catedrático en la Universidad Carlos III de Madrid Jorque Urrutia.
El acto comenzó con la proyección de un vídeo confeccionado con fotografías de diversos momentos de la vida de Leopoldo de Luis, fallecido en 2005, así como extractos de una entrevista concedida en vida, en la que el poeta reflexionaba sobre su propio concepto de la poesía, la vida y la muerte.
Juan José Téllez comenzó su intervención con un viva a la república y calificó la jornada de "día histórico en lo que se refiere a la recuperación de la memoria y las emociones que durante años estuvieron veladas por una mordaza y por una losa de silencio", dijo.
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"Cuando hace ya casi 30 años comenzábamos a recobrar las libertades teníamos claro que aquella aventura tendría malos cimientos si no recuperábamos la memoria. Los prisioneros como Leopoldo y los demás somos nosotros porque somos los herederos de su memoria y compartimos las huellas de su sufrimiento", añadió, al tiempo que lamento que "hoy salgan de debajo de las piedras supuestos defensores de la libertad que tendrían que lavarse la boca para pronunciar el nombre de Leopoldo de Luis".
Una historia personalEl momento más emocionante del acto se vivió con la intervención de Jorge Urrutia, quien, en nombre de su padre, dio las gracias al pueblo por el reconocimiento, que llega sólo unos días desués de que el Ayuntamiento de Madrid haya inaugurado una calle con el nombre del poeta, cerca de donde estuvo su casa en la capital.
"Estoy convencido que a mi padre le hubieran emocionado más estos dos reconocimientos que el Premio Nacional de Literatura o el Premio Nacional de las Letras Españolas", indicó.
Urrutia hizo un repaso a la llegada de su padre a Jimena y cómo este hecho marcó el resto de su vida y parte de su obra poética. Leopoldo de Luis había ingresado en 1936 en el 5º Regimiento de milicianos y participó en la defensa de Madrid, donde fue herido el mismo día que mataron a Durruti.
Tras la Guerra fue juzgado por auxilio a la rebelión y, tras un período de libertad, fue enviado a Jimena como integrante de uno de los batallones de prisioneros para la realización de trabajos forzosos.
Su hijo recordaba así su llegada a Jimena:
"En el tren, los prisioneros viajaban en vagones de ganado; tras dos días sin comer ni beber llegaron a Jimena y salieron a la explanada de la estación amarrados con alambres de dos en dos; la pareja de mi padre era un hombre llamado Isidoro. Sedientos, vieron aparecer dos chicas y les pidieron que les trajesen agua. Esas chicas eran dos hermanas llamadas María y Luisa: mi padre terminó casándose con una e Isidoro con la otra".
Urrutia recordó cómo, en su infancia, su familia visitaba el pueblo una vez al año, "aunque mi madre nunca llegó a perder el acento jimenato y sus formas subdialectales características", dijo.
Hay que pasar páginaUrrutia concluyó su intervención haciendo un llamamiento a "superar de una vez por todas el problemas de la memoria histórica y a pasar página". "Tenemos que desenterrar definitivamente a todos los fusilados, poner una placa en el Castillo en recuerdo a los que defendieron este recinto en el 36 y pasar página: no podemos estar sacando constantemente los muertos a la calle", manifestó.
Así, apostó por el entendimiento, "como pasaba en mi familia, donde había miembros que no comulgaban con las ideas de mi padre pero eran capaces de sentarse a la misma mesa y superar el pasado". Como ejemplo citó que, en el momento de estallar la Guerra Civil hacía 38 años de la Guerra de Cuba y sin embargo ya nadie entonces hablaba de ella. "Ahora han pasado casi 70 años de la Guerra Civil y seguimos hablando de ella, algo que se tiene que acabar porque destroza al pueblo", indicó.
Por último, recordó una frase de su padre: "Incluso en los momentos más duros el ser humano encuentra lugar para la sonrisa. Si no, ninguno de nosotros estaríamos probablemente aquí".ç
Con ello, se dieron por clausuradas las XVI Jornadas de Historia y Arqueología de Jimena de la Frontera.