En los partidos de fútbol el árbitro es quien dictamina cuándo una acción es falta y, por lo tanto, cuándo es digna de sanción: aplica el reglamento y decide si la jugada ha sido fuera de juego, córner o penalty. En las agresiones conyugales es el juez quien valora los daños y quien determina los castigos: la separación, una multa o, incluso, la cárcel del culpable.
¿Cree usted que es razonable que en las guerras, sin embargo, sea una de las partes -la más poderosa- la que decida si es justa o no, y la que justifique cuándo han de empezar los ataques, durante cuánto tiempo han de continuar y cuándo han de finalizar? ¿Cree usted que es lógico que la justificación moral de la guerra parta de quienes la organizan, la instigan, la desatan o la sostienen? Los representantes del poder del Estado siempre han justificado sus contiendas, independientemente de que tuvieran políticamente razón o no a hacerlo: tienen el poder, la fuerza y, sobre todo, poseen los medios de propagación para tratar de convencernos de su justicia, de su bondad y de su necesidad.