Si leemos los Evangelios con atención, advertiremos que Jesús se dio cuenta de que la religión de su pueblo y de su tiempo, e, incluso, que muchas de las normas éticas tradicionales no servían para lograr que todos fuéramos mejores personas y para que viviéramos más felices. Hemos de reconocer que una religión y unas prácticas que no nos ayudan a vivir mejor, para poco sirven. Ésta es la razón por la que el Papa Francisco insiste, una y otra vez, en que también ahora hemos de estar dispuestos a renovar las ideas y a cambiar los comportamientos.
No hay duda de que Jesús provocó una intensa y desconcertante impresión de cambio haciendo propuestas de una vida completamente nueva. Es cierto que sus palabras escandalizaron a los que se sentían más seguros cumpliendo las leyes tradicionales que les habían impuesto las autoridades religiosas, pero también es verdad que otros muchos recibieron sus palabras con sensaciones de liberación y con sentimientos de agradecimiento.