San Pablo de Buceite es una población viva y apacible, soleada y contenta; es una villa que, tranquila y esperanzada, palpita con la pujanza de sus gentes; es uno de esos pueblos cuyas casas y calles se han empapado con el talante abierto y con la condición emprendedora de sus vecinos.
Situado en el borde de la Provincia de Cádiz y asentado en el centro de un frondoso valle poblado de naranjos, está en contacto físico y en comunicación humana con los pueblos más bonitos de la provincia de Málaga, con Gaucín, Algatocín, Benarrabá, Benalauría, Atajate y Ronda.
-- ---Está regado generosamente por río Guadiaro, que más que un agente geológico es un factor económico y, en cierto sentido, un elemento humano dotado de singular fuerza fecundadora: la presa de El Corchado, que almacena sus aguas y las libera mediante una red de canales distribuidos por toda la cuenca, lamina su caudal, evita los riesgos de inundaciones y las distribuye para el abastecimiento, para las pequeñas industrias, para el riego agrícola o para generar energía eléctrica.
Los días de sol y los atardeceres de primavera son momentos idóneos para pasear por el río a su paso próximo al pueblo. Su caudal irregular de violentas crecidas, sensible a las mareas, y los bajos arenosos de su complejo cauce han marcado significativamente la pequeña e intensa historia de los pequeños propietarios y de los laboriosos vecinos.
Si sus parcelas revelan el esmero y el afán de sus habitantes, su configuración urbana constituye la prueba palpable de las estrechas relaciones de ósmosis, de simpatía y de intercomunicación afectiva que se establecen entre los espacios físicos y los seres racionales allí congregados. Si la cara es el espejo de alma, las calles amplias, llanas y rectangulares de este pueblo acogedor son los reflejos transparentes de la condición abierta, sencilla y lúcida de sus moradores que, procedentes de pueblos de las provincias de Granada y de Málaga, se sienten identificados con estas fértiles y agradecidas tierras. En cada esquina y en cada portal descubrimos aspectos singulares y comunes de la gran aventura humana vivida por sus habitantes más preclaros.
San Pablo de Buceite es la demostración palpable de que los espacios se humanizan, de que podemos saborear el paisaje, los olores, de la misma manera que lo hacemos con su gastronomía. Vivir allí, aunque sea por poco tiempo, es convivir; es participar de las inquietudes de siempre y de las esperanzas del porvenir pero, sobre todo, es disfrutar de esas gentes tan nobles, tan diferentes y tan iguales como José Manuel, Alfonso, Bernardo, Juan, Paco, Luis, Carmen, Salvador, Jorge, Bartolomé, Antonio, Luisa, María, José María, Juana, Salvador, Cristina, Pascual, Isabel, Felipe, Fernando, Lina, Emilio y tantos otros que luchan, que se sacrifican, que trabajan y que se aman. San Pablo de Buceite es un pueblo joven de ritmo apacible; es un paisaje para el deleite de los sentidos; es un espacio de convivencia, de diálogo y de colaboración; es una permanente invitación a la amistad, a la conversación, al sueño y a la poesía. Es un recuerdo y una ilusión.
Los días de sol y los atardeceres de primavera son momentos idóneos para pasear por el río a su paso próximo al pueblo. Su caudal irregular de violentas crecidas, sensible a las mareas, y los bajos arenosos de su complejo cauce han marcado significativamente la pequeña e intensa historia de los pequeños propietarios y de los laboriosos vecinos.
Si sus parcelas revelan el esmero y el afán de sus habitantes, su configuración urbana constituye la prueba palpable de las estrechas relaciones de ósmosis, de simpatía y de intercomunicación afectiva que se establecen entre los espacios físicos y los seres racionales allí congregados. Si la cara es el espejo de alma, las calles amplias, llanas y rectangulares de este pueblo acogedor son los reflejos transparentes de la condición abierta, sencilla y lúcida de sus moradores que, procedentes de pueblos de las provincias de Granada y de Málaga, se sienten identificados con estas fértiles y agradecidas tierras. En cada esquina y en cada portal descubrimos aspectos singulares y comunes de la gran aventura humana vivida por sus habitantes más preclaros.
San Pablo de Buceite es la demostración palpable de que los espacios se humanizan, de que podemos saborear el paisaje, los olores, de la misma manera que lo hacemos con su gastronomía. Vivir allí, aunque sea por poco tiempo, es convivir; es participar de las inquietudes de siempre y de las esperanzas del porvenir pero, sobre todo, es disfrutar de esas gentes tan nobles, tan diferentes y tan iguales como José Manuel, Alfonso, Bernardo, Juan, Paco, Luis, Carmen, Salvador, Jorge, Bartolomé, Antonio, Luisa, María, José María, Juana, Salvador, Cristina, Pascual, Isabel, Felipe, Fernando, Lina, Emilio y tantos otros que luchan, que se sacrifican, que trabajan y que se aman. San Pablo de Buceite es un pueblo joven de ritmo apacible; es un paisaje para el deleite de los sentidos; es un espacio de convivencia, de diálogo y de colaboración; es una permanente invitación a la amistad, a la conversación, al sueño y a la poesía. Es un recuerdo y una ilusión.
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*** Este artículo que tan amablemente nos ha enviado José Antonio Henández Guerrero fue publicado hace algunos años en el Diario de Cádiz y Europa Sur.
Autor de "Retazos", José A. Hernández es escritor, articulista, catedrático de Teoría de la Literatura de la Universidad de Cádiz y director del Club de Letras de la UCA.
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