Como tú me pides- querido amigo- te responderé a tu directa y urgente pregunta: ¿Existe el bienestar? Te contesto: sí.
Te aseguro que, en esta ocasión, no he pedido ayudas a teorías acreditadas ni a doctrinas probadas. Mi respuesta -inmediata, ingenua e irreflexiva- sólo se apoya en la experiencia personal: en la mía, en la tuya, en la nuestra. Traigo a la memoria algunos de esos momentos intensos en los que, extasiados, la hemos disfrutado y, también, recuerdo ese estado de ánimo permanente, ese bienestar razonable, inseguro y tenue que hemos alcanzado -eso sí- desarrollando unos esfuerzos ímprobos. Tú has podido comprobar cómo, apoyándonos mutuamente, es posible mantener los equilibrios inestables de la convivencia, prolongar los días huidizos y ahondar los fugaces minutos de nuestra corta existencia.