Una de las diferencias que nos separan a los seres humanos de los demás animales, es nuestra mayor capacidad y nuestra mayor necesidad de aprender. Una gaviota o un elefante, por ejemplo, a las pocas semanas de vida, ya han aprendido la mayoría de sus conocimientos y han desarrollado casi todas sus destrezas y habilidades. Los animales poseen bastantes instrumentos y suficientes armas para sobrevivir y para defenderse sin necesidad de que sus mayores les proporcionen ideas, palabras ni pautas de comportamiento.
Los hombres y las mujeres, por el contrario, hemos de seguir aprendiendo a lo largo de toda nuestra vida. Aunque parezca exagerado, podemos afirmar que un recién nacido abandonado de sus padres, de su familia y de la sociedad, no sólo no llegaría a ser hombre o mujer en el pleno sentido de esta palabra, sino que, a los pocos días, perecería.