Hace mil años a la esposa de un señor feudal se le ocurrió visitar el “fin del mundo”. En poco tiempo aquel paseo turístico se llenó de gente anhelante por asomarse al precipicio. Más allá nada.
La Iglesia cristiana aprovechó el tirón y alguien “descubre” la sepultura del apóstol Santiago el Mayor. Alfonso II viaja en peregrinación con toda su corte y el Codex Calixtinus avala la revelación.