Nuestro convencimiento de que cuanto más vivimos, mayor capacidad poseemos para vivir, no es, como tú piensas, una piadosa invitación para que cerremos los ojos a la cruda realidad ni para que, ingenuamente, nos creamos inmortales, sino que, por el contrario, pretende ser una llamada amable para que seamos conscientes de que todas las realidades humanas tienen unas insoslayables orillas.
Cuando se acerca nuevamente otro final de año, te repito que, para valorar adecuadamente nuestros objetos más útiles y, sobre todo, para apreciar la importancia que poseen algunas personas en nuestras vidas, es necesario que hayamos experimentado, respectivamente, su carencia o su ausencia. ¿Has comprobado cómo los marcos, además de fijar sus límites proporcionan unos atractivos singulares a los objetos que en ellos encerramos? Es posible que, precisamente, la esencial precariedad de la vida humana constituya un estímulo para que disfrutemos del bienestar en esas ocasiones, sencillas y efímeras, que nos visita. Y es que el tiempo, igual que el río, permanece -paradójicamente- mientras fluye, mientras se va.
Cuando se acerca nuevamente otro final de año, te repito que, para valorar adecuadamente nuestros objetos más útiles y, sobre todo, para apreciar la importancia que poseen algunas personas en nuestras vidas, es necesario que hayamos experimentado, respectivamente, su carencia o su ausencia. ¿Has comprobado cómo los marcos, además de fijar sus límites proporcionan unos atractivos singulares a los objetos que en ellos encerramos? Es posible que, precisamente, la esencial precariedad de la vida humana constituya un estímulo para que disfrutemos del bienestar en esas ocasiones, sencillas y efímeras, que nos visita. Y es que el tiempo, igual que el río, permanece -paradójicamente- mientras fluye, mientras se va.