Leído en La Voz Digital. Por su interés reproducimos esta noticia.
JUAN JOSÉ TÉLLEZ
Cádiz es Bolivia, con más alcornocales. Ahora que San Pablo de Buceite, a dos pasos de Jimena de la Frontera, se ha convertido en selva boliviana, por obra y gracia de la superproducción Guerrilla del norteamericano Steven Soderbergh, habrá que refrescar la memoria sobre la insólita relación que mantuvo el Che Guevara con uno de los gaditanos más ilustres de la historia, Manuel de Falla.
El papel del guerrillero es asumido ahora por el actor portorriqueño Benicio del Toro, al frente de un reparto en el que figuran Julia Ormond, Benjamin Bratt, Franca Potente, Catalina Sandino, Jordi Mollá, Eduard Fernández, Rubén Ochandiano y nuestro camaroniano Óscar Jaenada.
Participan en Guerrilla intérpretes de fama internacional como Julia Ormond, Benjamin Bratt, Franka Potente y Catalina Sandino, junto a los actores patrios Jordi Mollá, Eduard Fernández, Rubén Ochandiano y Óscar Jaenada. Se trata de reproducir los últimos días en la vida de Ernesto Guevara, hasta que cayó abatido por las balas de un sargento del ejército boliviano, a 9 de octubre de 1967, en el pueblecito de La Higuera. Lo que no sólo sirvió, andando el tiempo, para convertirlo en un mito de las Brigadas Amarillas, sino para inspirar a Nicolás Guillén un poema al que le pondría luego música Paco Ibáñez.
La relación del Che con Falla fue brevísima pero divertida. Que nadie piense, por cierto, en clases de piano. Ambos vinieron a coincidir en la localidad argentina de Alta Gracia, en la provincia de Córdoba. Les separaban muchos años de distancia. El músico gaditano, autoexiliado a la Argentina desde 1939, llegó allí en 1942 y allí murió a 14 de noviembre de 1946, cuando -no sin polémica entre los desterrados-- su hermana autorizaría el traslado de sus restos mortales hasta Cádiz, en cuya cripta catedralicia descansan. En aquellas fechas, Ernestito era un crío, el primogénito de una acomodada familia que buscaba en dicha localidad cordobesa el aire sano que le permitiera al niño recobrarse del asma que le enfermaba.
Ahora, tanto el Che como Falla disponen de sendos museos conmemorativos en aquella acogedora ciudad que les dio techo. En ella, nacieron cuatro hermanos del Che: Roberto, Celia y Ana María (ya fallecida). Un quinto Juan Martín vio la luz en Córdoba. Atrincherada en un chalet de Villa Carlos Pellegrini conocido como Villa Nydia, la familia visitaba con frecuencia el lugar. Y aquel renacuajo de pulmones frágiles que luego se convertiría en leyenda revolucionaria, campaba por sus respetos junto a una pandilla de galopines que se dedicaba a gamberrear por los alrededores. De ahí que el Che conociera de vista a Manuel de Falla. Era el anciano cascarrabias que les increpaba cada vez que entraban a su finca para robarle los duraznos.
Existen varias versiones que confirman esta historia. El pasado 25 de abril, por ejemplo, se presentó en Madrid la película Manuel de Falla, músico de dos mundos y su director, el cineasta José Castiñeira de Dios, recoge en ella diversas anécdotas sobre el fastidio del músico con Ernesto y sus amigos cuando éstos entraban a su finca a jugar al fútbol, le robaban frutas y no lo dejaban en paz para componer. Así no resulta extraño que no pudiera acabar La Atlántida.