Perfil de la sampableña María González Alamillos quien, dentro de unos días, cumplirá noventa años.
José Antonio Hernández.
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El rostro de esta mujer bondadosa, conciliadora, alegre y coqueta, irradia serenidad y confianza
María es uno de esos seres excepcionales que, cuando los tratamos, aunque haya sido sólo durante un breve lapso de tiempo, nos dejan unas intensas, gratas y duraderas resonancias afectivas. Es una de esas personas que nos caen bien y cuyos recuerdos siempre son agradables porque nos infunden un profundo respeto, una permanente admiración y, sobre todo, un intenso cariño. Ésta es, posiblemente, la razón que explica mi reconfortante impresión de que, aunque ya hayan pasado cincuenta años de nuestra última conversación, sigo conservando su imagen como si la hubiera visto hace escasamente unas semanas. Tengo muy presente, por ejemplo, la intensa luz que desprende su mirada tan atenta siempre, no sólo a los múltiples quehaceres de su marido y a las diversas ocupaciones de sus seis hijos, sino también a las tareas de sus nietos y de todos los que, a su paso, le manifiestan alguna preocupación.
María es uno de esos seres excepcionales que, cuando los tratamos, aunque haya sido sólo durante un breve lapso de tiempo, nos dejan unas intensas, gratas y duraderas resonancias afectivas. Es una de esas personas que nos caen bien y cuyos recuerdos siempre son agradables porque nos infunden un profundo respeto, una permanente admiración y, sobre todo, un intenso cariño. Ésta es, posiblemente, la razón que explica mi reconfortante impresión de que, aunque ya hayan pasado cincuenta años de nuestra última conversación, sigo conservando su imagen como si la hubiera visto hace escasamente unas semanas. Tengo muy presente, por ejemplo, la intensa luz que desprende su mirada tan atenta siempre, no sólo a los múltiples quehaceres de su marido y a las diversas ocupaciones de sus seis hijos, sino también a las tareas de sus nietos y de todos los que, a su paso, le manifiestan alguna preocupación.