EL VIRUS DEL ODIO
Estoy de acuerdo en que, a veces, es necesario gritar, llorar o protestar para desahogarnos, para aliviarnos de la presión interior que nos provoca una injusticia flagrante, un reproche inmerecido o un trato vejatorio; las agresiones, efectivamente, reclaman una compensación que reestablezca el equilibrio emocional.